Desde tiempos remotos se ha tratado de encontrar las bases biológicas de la conducta anormal. Muchos de los autores destacados en el tema creen que una conducta anormal es producida por un funcionamiento psicopatológico en alguna parte del organismo.
Por otro lado, existen muchas suposiciones de que la alteración del cerebro es la causa primaria de la conducta anormal o de la anormalidad mental.
Partiendo del modelo anterior se ha desarrollado un modelo que postula que los trastornos cardiovasculares son originados por las alteraciones celulares en esos organos, aunque tambien creen que los trastornos mentales estarían relacionados con las alteraciones del cerebro.
Bases biológicas de la conducta anormal
Las alteraciones que en teoría producen las alteraciones mentales pueden ser anatómicas (el tamaño o la forma de ciertas regiones cerebrales puede ser anormal) o bioquímicas (los elementos bioquímicos que contribuyen al funcionamiento neuronal pueden tener alterada su función, por exceso o por defecto). Dichas alteraciones podrían ser el resultado de factores genéticos, trastornos metabólicos, infecciones, alergias, tumores, trastornos cardiovasculares, traumas físicos, estrés, etc.
En el año 1962 Buss, afirmó que las causas del trastorno, pueden distinguirse hasta tres tipos diferentes de enfermedad: enfermedad infecciosa, enfermedad sistémica y enfermedad traumática. La gripe, la pulmonía y la hepatitis, son ejemplos del primer tipo, en el que un microorganismo (virus) ataca a un órgano o a un sistema orgánico.
La diabetes, causada por un mal funcionamiento de las células pancreáticas encargadas de secretar insulina, es un ejemplo de enfermedad sistémica. La fractura de un brazo, o la condición producida por la ingestión de una sustancia tóxica, son ejemplos de trastornos traumáticos.
A partir de los años cincuenta se intensificó el interés por aplicar el modelo sistémico de enfermedad a la conducta anormal. La concepción sistémica se vio reforzada por el descubrimiento de sustancias neurotransmisoras (noradrenalina, serotonina, etc.) y de una amplia gama de fármacos psicoactivos. La anormalidad entendida como un problema
bioquímico constituyó así el más prometedor de los modelos biomédicos de enfermedad mental, considerándose desde entonces que algunas formas de conducta anormal podían deberse a desequilibrios de la química del sistema nervioso.
Actualmente, existe abundante evidencia empírica de que estas sustancias bioquímicas intervienen en muchos trastornos del comportamiento.
Desde este modelo se plantea que si un determinado trastorn ocurre con una relativa frecuencia en una familia en relación a la población general, quizás es porque alguno de los miembros de esa familia ha heredado una predisposición genética a padecerlo. Se habla así de las bases genéticas de la esquizofrenia, de la depresión, de la manía de la enfermedad de Alzheimer, intentando averiguar si se debe a un gen dominante o recesivo.
También desde este modelo se ha puesto de relieve la investigación epidemiológica sobre los denominados grupos de riesgo, observando casos de numerosos parientes biológicos de un paciente diagnosticado de una alteración psicopatológica específica que presentan el mismo trastorno.
Siguiendo, el planteamiento del modelo biomédico, una vez que se han precisado las áreas concretas afectadas de una probable disfunción orgánica, el psicólogo clínico estará en una mejor posición para prescribir el tratamiento biológico a seguir.
Referencia: Belloch, Amparo; Bonifacio Sandín, Francisco Ramos. “Manual de psicopatología” Edición revisada. Vol. 1. Editorial McGrawHill. Madrid, España. 2008. Pág. 44