Desarrollo:
En los esfuerzos de los psicólogos por evaluar el funcionamiento de la familia, la tendencia tradicional fue la de enfocarse primeramente en “el niño problema”. Más adelante, en el trabajo de evaluación ha habido esfuerzos significativos para evaluar el ambiente del niño, incluyendo a la familia. Además, en las últimas décadas se han acumulado evidencias a favor de las limitaciones del enfoque “sólo en el niño”, y la importancia de valorar las interacciones entre mamás, papás y sus niños (Belsky, 1984; Maccoby, 1992).
A medida que el campo de evaluación familiar ha evolucionado, ha quedado claro que ninguna herramienta o medida en particular es suficiente para proveer una imagen completa y exacta del funcionamiento de una familia. Más bien, los profesionales que trabajan con familias requieren de una diversidad de enfoques y medidas de evaluación. Entre éstos ha habido logros significativos para evaluar el funcionamiento familiar por medio de entrevistas, técnicas de observación directa,instrumen tos que listan comportamientos de los niños, y medidas actitudinales. Sin embargo, estos logros proveen una imagen parcial del niño(a), dentro del contexto familiar.
Lo que ha estado faltando hasta ahora es una medida de los comportamientos de ambos padres, que:
(1) tenga su fundamento conceptual en la interacción recíproca entre ambos padres y su niño(a),
(2) incluya descripciones objetivas y específicas de los comportamientos de los padres; es decir, de sus prácticas con los niños,
(3) cumpla con los estándares psicométricos,
(4) sea específica para padres de niños pequeños (1 a 5 años de edad).
La escala de comportamientos para madres y padres con niños pequeños (ECMP; Solís-Cámara, Díaz, et al., 2002) cumple con estas características. Esta escala valora las prácticas de los padres, las cuales, a diferencia de las creencias, se refieren a “los comportamientos específicos, dirigidos a una meta, a través de los cuales los padres desempeñan sus deberes maternos o paternos” (Darling y Steinberg, 1993, p. 488). Es decir, las prácticas de los padres representan sus comportamientos para guiar a los niños hacia el logro de metas de socialización (p. ej. Dar nalgadas al niño para lograr el cumplimiento de una tarea, ofrecer halagos al niño para que aprenda nuevas tareas). Además, la ECMP fue desarrollada con una conceptualización evolutiva- ambientalista. Esto, porque considera los complejos procesos bidireccionales y continuos entre los padres y sus hijos como un factor determinante en la socialización de los niños (Maccoby, 1992). Es decir, postula el desarrollo de los niños como resultado de la interacción recíproca entre su equipo genético y sus experiencias medioambientales únicas. En el contexto de la formación de los niños, este enfoque establece dos componentes en las experiencias de los niños: 1.- lo que los padres esperan de sus niños (expectativas de los padres), 2.- cómo se comportan los padres con sus niños (prácticas de los padres). Las expectativas se refieren a la edad en la que los padres creen que sus niños deben adquirir o han adquirido ciertas habilidades, y reflejan también el conocimiento de los padres acerca del desarrollo de los niños. Por ejemplo, si una mamá está de acuerdo en que su niña ya tiene suficiente edad para bañarse sin ser cuidada, probablemente ella se comportará de manera diferente para alcanzar esta meta, que una mamá que cree que su bija aún no tiene la edad para realizar esta tarea por sí misma.
En cuanto al concepto de los factores medioambientales que experimentan los niños; es decir, cómo se comportan los padres con sus hijos, éste se refleja de dos maneras. En primer lugar considera las experiencias que los padres facilitan a sus hijos (prácticas de crianza: yo paso al menos una hora al día jugando con mi niño(a), o leyéndole), y los comportamientos de los padres como respuesta a conductas específicas de sus hijos (prácticas disciplinarias: yo le gritoa. mi niño(a) cuando tira la comida). En suma, la ECMP es una medida formada por tres subescalas derivadas empíricamente y de análisis factoriales: expectativas acerca del desarrollo infantil, prácticas disciplinarias, y prácticas de crianza. Se reporta muy buena consisconsistencia interna total de la escala (.95), y de las tres subescalas: expectativas .96, disciplina .89, y crianza .80 (Solís-Cámara, Díaz, et al., 2002). Sin embargo, debido a la reciente publicación de la ECMP, se carece de conocimientos sobre otras de sus posibles propiedades psicométricas, La presente investigación tiene como objetivo general conocer cuatro propiedades deseables en cualquier instrumento: validez convergente, con fiabilidad de medidas repetidas, ausencia de deseabilidad social en las respuestas, y la viabilidad de formas alternativas de la ECMP. Se diseñaron cuatro estudios para evaluar estas propiedades; en todos los estudios se eligieron muestras estratificadas por grupo de edad del niño(a). Esto es importante porque la ECMP ha demostrado ser sensitiva a las expectativas de los padres sobre el desarrollo infantil, ya que distingue entre padres con niños de diferentes edades (Solís-Cámara, Díaz, et al., 2002).