Constelaciones Familiares: la guía completa de esta pseudoterapia

Una de las terapias más utilizadas  hoy en día son “las constelaciones familiares”. Su campo de aplicación puede ser el ámbito familiar, social, educativo e institucional.

¿Qué son las constelaciones familiares?

Bert Hellinger el creador de la “Técnica de las constelaciones familiares” explica que el marco teórico de esta teoría esta soportada en la teoría psicoanalítica, la terapia sistemática familiar y la terapia Gestalt.

Esta técnica terapéutica trata de brindar una explicación a los fenómenos relacionales entre las parejas, las familias y los grupos sociales. Básicamente aporta alternativas de solución a situaciones de conflicto, a la violencia, el maltrato, asesinatos y suicidios. Por otro lado, también brinda solución a problemas de la salud física y emocional, trastornos alimenticios, adicciones, enfermedades auto inmunes que aquejan a la población en general.

Fundamentos teóricos en Terapia de Constelaciones Familiares

Bert Hellinger nos explica que la manera más sencilla y la solución para todas las dificultades que encontramos en nuestra vida cotidiana, ya sea dificultades de relación intra familiar, en el ámbito laboral o estudiantil o incluso con nuestra salud física, emocional y espiritual se halla en el respeto a los órdenes del amor o el respeto a las condiciones naturales de la vida. Por ejemplo: entre padres e hijos, el orden natural es que el hijo reconozca, “yo tengo la vida de ustedes, ustedes son mis padres y yo los tomo a ustedes así como son, como mis verdaderos padres”. Con esto el hijo queda en paz. Entonces, el hijo toma de sus padres lo que de ellos viene, es decir la vida y los honra por este hecho.

Honrarlos significa reconocer que así es. Lo que nos enferma, especialmente a los hijos, es la idea desenfocada de que podríamos haber tenido otros padres o que los padres tendrían que haber sido distintos de lo que son, en ese instante, el hijo está completamente limitado.

Aquí encontramos un primer gran elemento de las constelaciones familiares, y es que cuando se habla de respetar el orden natural de las relaciones en la familia, quien vela porque esto sea así, es el alma de la familia o alma familiar. Algunos terapeutas han dado explicación desde el ámbito de la biología y la teoría atómica a este hecho, uno de ellos es Rupert Sheldrake, quien conceptualiza el alma familiar como un campo energético invisible o lo que él ha llamado campos morfogenéticos. Cuando un hombre y una mujer se unen sexualmente, con amor o sin él, o cuando un asesino le ha quitado la vida a otro ser humano se crea entre ellos un vínculo según Hellinger,  que es imborrable.

Los órdenes del amor

Los órdenes del amor entre padres e hijos se presentan de la siguiente manera: el primer orden es tomar la vida que los padres han dado a los hijos; segundo, lo que los padres han dado es lo correcto; tercero, los padres cargan con sus propias culpas y responsabilidades, así como con sus propios méritos; y cuarto, los padres son grandes y los hijos pequeños.

  1. El orden del amor se inicia con la vida misma, con tomar la vida. Los padres son quienes dan la vida a sus hijos, además del alimento, la protección, la educación.

Para el hijo, lo adecuado es que lo tome todo, tal como le es dado. Cuando el hijo lo toma de buena gana, por regla general es suficiente. También hay excepciones, todos las conocemos, pero por regla general es suficiente. En este contexto, el orden implica que el hijo les diga a los padres: “He recibido mucho. Sé que es muchísimo y es suficiente. Lo tomo con amor.” Así, el hijo se siente lleno y rico.

Además, añade:

“El resto lo hago yo mismo”. Después, el hijo aún puede decirle a los padres: “Y ahora los dejo en paz.” El efecto de estas frases llega muy hondo, ya que ahora el hijo tiene a sus padres, y los padres tienen a su hijo, al mismo tiempo. Ambas partes están separadas y libres. Los padres han concluido su obra y el hijo es libre de vivir su vida, con respeto ante los padres y sin dependencia.

  1. Lo que los padres han dado es lo correcto, esto significa que un hijo nunca puede decirle a sus padres: “Lo que me dieron, primero, fue lo equivocado y segundo, demasiado poco. Aún me deben un montón”. Aquí encontramos que el alma de este hijo sufre, ya que no acepta lo que ha recibido de sus padres. Al no aceptar lo que ha recibido de sus padres, tampoco acepta a sus padres y, por ende, tampoco se acepta él o ella misma. Así este hijo no puede desligarse de sus padres. El reproche y la exigencia le ata a sus padres, pero de manera negativa. Se siente vacío, pequeño y débil.
  2. El tercer lugar de los órdenes del amor entre padres e hijos comprende que se respete aquello que personalmente les pertenece a los padres y lo que ellos saben que tienen que hacer solos. Los hijos no pueden reclamar los laureles de sus padres, ellos mismos tienen que labrarse su vida y ganar sus propios méritos. No corresponde a los padres crear un falso talento sobre sus hijos. Por ejemplo, que el padre o la madre sean muy importantes en las ciencias o en las artes y ellos impongan sobre sus hijos sus propios méritos. A los hijos mismos, les corresponde trabajar por descubrir sus dotes. Algo similar se aplica a la riqueza material de los padres, por ejemplo, a la herencia. El hijo no tiene ningún derecho a reclamarla; si recibe algo, se trata de un mero regalo.

Sucede, igualmente, con la culpa personal de los padres. También ésta les pertenece a ellos solos. A veces, un hijo se arroga el derecho de cargar con esta culpa, por amor y para llevarla en lugar de los padres. También esto contradice el orden. De esta manera, el hijo se arroga algo que no le corresponde. Por ejemplo, cuando los hijos pretenden expiar algo en lugar de los padres, se elevan por encima de éstos. Entonces los padres son tratados como hijos y los hijos tienen que cuidarlos como si ellos fueran los padres.

  1. Y, por último, el cuarto elemento que forma parte de los órdenes del amor entre hijos y padres: los padres son grandes y los hijos pequeños. Por tanto, corresponde que los hijos tomen y que los padres den. Dado que el hijo recibe tanto, siente la necesidad de compensarlo. Nos resulta difícil recibir algo sin que nosotros mismo demos. Pero con nuestros padres nunca podemos compensar lo que recibimos; ellos siempre dan muchísimo más de lo que nosotros podamos devolver.

Algunos hijos esquivan la presión de compensar, esquivan la obligación o la culpa que sienten por recibir, sin tener la obligación de dar a cambio algo. En un caso así dicen: “Prefiero no tomar nada, así tampoco siento ninguna obligación ni culpa”. El orden sería que dijeran: “Lo tomo todo, con amor”. Ésta es una manera de tomar que al mismo tiempo compensa, porque los padres se sienten valorados a través de este tomar con amor.

En el fondo, la compensación entre dar y tomar en la familia consiste en pasar lo recibido a otros. Cuando el hijo dice: “Lo tomo todo y, cuando sea mayor, lo pasaré a otros”, los padres se sienten felices. Así, pues, el hijo, al dar, no mira hacia atrás sino hacia delante.

Al fin y al cabo, los padres hicieron lo mismo: tomaron de sus padres para pasarlo a sus propios hijos. Precisamente por haber tomado tanto, sienten la presión de pasar mucho a otros y pueden hacerlo.

Como vemos hasta aquí, el orden para cada persona es que tiene un padre una madre y que muchos tienen además hermanos menores o mayores o se es el hijo único; esta es la familia y debo responder a las exigencias que ella me hace a mí.

Más adelante veremos cómo esto se regula por medio de la conciencia familiar. Pero discutamos una situación actual: hoy en día, muchas veces las mujeres se comportan como si pudieran tener hijos sin un hombre o sin un padre. O los hijos se comportan como si pudieran tener su vida sin sus padres. Esto es totalmente desproporcionado. Cuando esta realidad tan sencilla puede ser reconocida, el hecho de que yo tengo padres y que son los únicos verdaderos; que si ellos fueran distintos, yo también lo sería y que yo no puedo estar en consonancia conmigo mismo, si rechazo a mis padres, porque rechazándolos a ellos me rechazo a mí mismo. Cuando reconozco estas cosas tan sencillas, entonces se ha ganado el derecho de estar en la vida y entre los vivos.

Gracias a este antecedente podemos ahora decir cuál es la razón de ser de la terapia familiar sistémica en su presentación de constelación familiar. Con ella se descubre el foco de enganche en que se encuentra una persona en el ámbito de la familia extensa; es decir, la persona en cuestión repite, porque se encuentra identificada con un miembro anterior de la familia quien fue expulsado, olvidado o no tenido en cuenta. Es decir, se pasó por alto alguno de los órdenes del amor.

La conciencia familiar

La conciencia familiar se ocupa de los excluidos, de los que no son apreciados justamente, de los olvidados, de los no valorados y de los muertos por medio de la verificación de las condiciones básicas como son: el derecho a la pertenencia, la ley del número completo y la ley de la prioridad de los anteriores y el reconocimiento de que todo es pasajero. Además de que se encuentren las condiciones básicas para las relaciones en general: la vinculación, equilibrio entre tomar y dar, y el orden.

Existen tres clases de conciencia que son las siguientes:

  1. En el área del Yo, la conciencia personal o del primer plano, que es la parte del sujeto infantil que ama con intención, es decir, busca pertenecer al grupo o familia.

Esta conciencia nos permite sentir lo que llamamos culpa o inocencia. Culpa, si hemos transgredido las reglas internas del grupo e inocencia si, en aras de pertenecer al grupo, hacemos lo que según allí está bien. Por ejemplo, en una familia de atracadores la conciencia familiar indica que lo adecuado es engañar al transeúnte, si lo hacemos obramos con inocencia para nuestra familia. Obramos

Según sus reglas, culpable sería si yo empezara a juzgar como deshonesto o ilegal este acto. Como vemos, este sentido de conciencia nos la dicta el grupo del cual hacemos parte; así tenemos una conciencia en el lugar de trabajo, otra con nuestros amigos, otra para la pareja, otra para el grupo religioso, otra para con nuestros padres.

  1. En el alma infantil obra la conciencia sistémica u oculta: la conciencia del alma familiar, la cual no tolera a los excluidos u olvidados, así algún nieto representará a un abuelo olvidado o abandonado. Y, por último,
  2. El alma tiene dimensiones distintas: también incluimos la instancia del alma de un pueblo o un país. Así, muchas veces las conciencias se encuentran en contradicción unas de otras, como dijo Hellinger en uno de sus videos (Movement of the Soul) “uno no puede fiarse de la conciencia” ya que ella busca el bien del grupo, no mira al individuo en particular.

A continuación se expondrán las condiciones por las que vela la conciencia.

La vinculación o el derecho a pertenecer a una familia

Es en el caso del infante, de la necesidad básica de relación con un otro que nos contenga. Inicialmente es la madre quien ofrece al niño la protección total, es en esta etapa cuando se desarrollan los aspectos de conocimiento, confianza y valoración. Es lo que llamaríamos Yo Receptivo. Gracias a este vínculo incondicional, estas capacidades nombradas anteriormente se pueden presentar; sin embargo, encontramos que es sumamente difícil hallar una persona que no tenga carencias en este aspecto ya que por ser tan dependientes y, debido a que las madres y cuidadores son personas con vida normal, además de múltiples ocupaciones y problemas, es frecuente que tengamos baches en el área de la confianza básica, como lo llamaba Guex, y por supuesto, estamos llenos de inseguridades, lo que nos lleva más adelante a que nuestras propias relaciones de pareja y las familias que establezcamos, nosotros como padres, estén también llenas de dificultades.

No podemos brindar apoyo y respaldo cuando nosotros mismos no nos hemos sentidos lo suficientemente apoyados en la infancia que es cuando se forma la confianza básica. Es decir, si como hombre o mujer no estoy bien edificado, no tengo forma de brindar una imagen completa para mis propios hijos; si no tengo padre o madre interna no podré brindar una buena imagen de padre o madre para mis propios hijos.

En la familia, es la conciencia familiar quien verifica que una vez una que persona fue incluida en la familia, siempre conserve su lugar. Este derecho de vinculación  puede verse afectado por nuestros actos, en la medida en que lo que hagamos puede golpear nuestro derecho a la pertenencia, ya sea porque vayamos en contra de los preceptos de nuestra familia o porque queramos hacer parte de otra familia y olvidamos los que son tenidos en cuenta en nuestra familia de origen. El derecho a formar parte del grupo familiar se vive como inocencia por los actos cometidos, ya que están de acuerdo con los preceptos básicos de esta familia. El otro sentimiento es de culpa, ya que hicimos algo que nos expulsa de esta familia.

Este sentimiento de vinculación ofrece muchas dificultades, como todo entre las interrelaciones. Por ejemplo, entre más seguridad se les da a los hijos, tanto más miedo tiene ante la pérdida de esta seguridad, ya que la seguridad no puede experimentarse sin el miedo a lo contrario. Por tanto, hay que volver a ganar la pertenencia una y otra vez, nunca es una propiedad segura. Dado que el vínculo del hijo con los padres es más fuerte que el vínculo de los padres a los hijos, éstos también están más fácilmente dispuestos a sacrificarse por sus padres.

El equilibrio

Con relación al intercambio positivo entre dar y tomar,  experimentamos la culpa como obligación y la inocencia, como libertad de cualquier obligación. Por lo tanto, no hay “tomar” que no tenga su precio. El que está libre de toda obligación, se siente ligero y libre, pero ya no conserva tampoco ninguna vinculación.

El orden

La conciencia está al servicio de las conveniencias sociales que rigen entre unos y otros, sentimos la culpa como infracción y como miedo al castigo, y la inocencia como lealtad a la conciencia, y como fidelidad.

Vemos también las condiciones o leyes para un desarrollo de la red familiar, éstas moduladas por la conciencia familiar:

El derecho a la pertenencia

Como se dijo anteriormente, toda familia tiene unos integrantes y cada uno de ellos tiene igual derecho a estar en ella; no tiene más derecho a pertenecer a la familia el hijo mayor sobre el hermano menor; inclusive, un asesino entra a formar parte de la familia de su víctima y en el corazón de él y de la familia de origen propia ya deja de formar parte de esta.

Esto, por las órdenes del amor, o como lo ha explicado Hellinger, el destino de perpetradores y víctimas se une, si no en lo humano si en lo divino y en lo que está por encima de nosotros como es la muerte.

La ley del número completo

Esto tiene relación específica con el lugar que ocupamos en la familia. Si por ejemplo, por los nudos sistémicos que se presentan, el hijo menor ejerce funciones de padre, muy seguramente este hijo caerá enfermo o no podrá formar su propia familia. Por dos razones principalmente: la primera, porque es una tarea muy pesada para él ejercer de padre y esto le acarreará más dificultades; y segundo, porque siguiendo el orden natural de la vida, quienes nacieron primero fueron los padres, yo como hijo vengo después.

La ley de la prioridad de los anteriores

El ser se califica por el tiempo. Se obtiene el rango y se estructura por el tiempo. Muy relacionado con el aspecto anterior quien está primero tiene unos derechos y privilegios que no se pueden usurpar, entre otras porque la conciencia familiar vela porque sean respetados.

Así, como hijo mayor debo servir de apoyo a mis padres pero no por encima de alguno de ellos y yo como hermano menor les debo mi atención a mis padres, porque es de suponer que recibí más atención de parte de mis hermanos mayores. Entonces, como forma de equilibrar en el dar y recibir, mis padres le dieron más a mi hermano mayor, este le dio su apoyo al segundo, yo como hijo menor recibí de mi hermano mayor y de mi segundo hermano; yo entonces, doy apoyo a mis padres en la vejez, como gratitud por lo recibido.

Reconocer que todo es pasajero

Esto quiere decir aceptar que la vida tiene sus ciclos y que nosotros no podemos impedir o alargar los ciclos o la vida de los demás por más que lo queramos. Por ejemplo, si una pareja ha tenido dificultades y desea empezar de nuevo, debe aceptar de corazón empezar de cero sin reproches y sin “guardados” para la otra persona. “Lo que pasó, pasó” y no nos brinda ninguna cosa buena traerlo al presente una y otra vez.

¿Cómo se realiza una Constelación Familiar?

Aquí es muy importante explicar el nombre de la técnica. En alemán la se denomina Auf-stellum Families lo que quiere decir “poner en su lugar”. En español, los primeros traductores le dieron el nombre de “constelar” en el sentido de que es toda la familia y sus implicaciones lo que se representa sin ser por esto una obligación que tengan que sacar representantes para todos los miembros de la familia, sino solamente y en aras de la mínima información, las personas implicadas directamente con la problemática del cliente.

Por lo general, en los grupos de trabajo para realizar constelaciones se pueden reunir desde 10 hasta 200 personas. Quien va a constelar su familia, debe ante todo tener una pregunta muy específica sobre su problemática actual, entonces, le comunica al terapeuta su pregunta y elige de entre los demás participantes del grupo a representantes para cada uno de los miembros de la familia actual y para sí mismo.

Es importante anotar aquí, que aunque sabemos que nuestras dificultades actuales vienen desde nuestra familia de origen, lo trascendente para el terapeuta y para el cliente mismo es reconocer la manera como esta persona, en especial, se vincula con su pareja o hijo o hija o hermana y así proceder hacia atrás. Sin embargo, depende de cada caso particular la forma como finalmente se desarrolle la constelación.

Después de que la persona ha seleccionado de entre el público a las personas con las que tiene la vinculación cercana y ha elegido a un representante para él o ella, en silencio y muy dedicadamente debe colocarlas unas a otras con relación a la cercanía o distancia con respecto a los otros. Luego de esto la persona debe tomar distancia y tanto el terapeuta como el cliente darán un tiempo, unos pocos minutos, a quienes están representando para que ellos empiecen a manifestar en sus cuerpos lo que sus representados sienten en la vida real, y cambien de posición si es que ese es su sentir. El terapeuta entonces, hará los análisis pertinentes de lo que se va presentando, es decir explicará el nudo sistémico que se está haciendo visible. Por último, el terapeuta presentará al cliente la imagen solución o, lo que es lo mismo, la manera como deberían relacionarse las personas respecto a cercanía o distancia entre unas y otras. En algunos casos el terapeuta le pide al cliente que ocupe su propio lugar en la constelación, dependiendo del caso, hace que el cliente repita algunas frases que buscan descargar o delegar las funciones o responsabilidades en los personajes a quien les corresponde, estas son frases y rituales sanadores. Es importante recordar lo que indica Hellinger acerca de la imagen solución en las constelaciones. Él dice que las constelaciones son imágenes, estaciones en el camino y que, por tanto, no son estáticas y están sujetas a cambios por el desarrollo e interacción de los miembros de la familia.

De esta manera, sacar conclusiones definitivas de una constelación no necesariamente es constructivo. Es importante recordar que la idea con la constelación es que ella quede impresa en el corazón de la persona quien la configuró, que no haga comentarios acerca de ella y más bien la deje “flotando” en su interior. Aquí volvemos a recordar a Freud y su atención flotante. No debemos ponerle una intención a la constelación, sencillamente verla, sentirla y dejarla para que haga su trabajo.

Cuando se trabaja con las constelaciones, y en general en el quehacer psicoterapéutico, se hace importante reconocer los sentimientos que afloran y distinguir cuáles son aquellos que permiten a las personas elaborar los duelos. Son sentimientos que favorecen la acción o son sentimientos que hacen que el paciente se regodee en su dolor sin permitirse ninguna solución a su problemática.

Según Lier, existen cinco tipos diferentes de sentimientos:

  1. Los sentimientos primarios o verdaderos. Son sentimientos intensos, cortos, se resuelven relativamente rápido, son sentimientos sin drama.
  2. Sentimientos secundarios o de reemplazo. Se llaman de reemplazo porque le restan vigor a la persona que le impiden resolver su problemática. La expresión del dolor es exagerada, casi teatral. Esto porque lo que se intenta es convencer al otro de que el dolor es superior a las fuerzas. Pero en realidad, lo que muestra es que se prefiere, inconscientemente, sentir la rabia que no el dolor por una pérdida.
  3. Los sentimientos sistémicos o sentimientos transmitidos o desplazados. Son los sentimientos que provienen de algún miembro de la familia que ha sido olvidado y son los que nos permiten dar cuenta de los nudos sistémicos.
  4. Los sentimientos infantiles que no pudieron ser resueltos porque esos niños no contaron con el apoyo necesario y luego se quedan para ser repetidos en el futuro, en el tiempo adulto y, finalmente
  5. Los sentimientos-meta. Son expresiones de nuestra conexión hacia la totalidad superior y sostenida. El hombre se siente conectado con el otro y siente compasión de su dolor.

¿Cómo formamos pareja?

El hombre nace de la madre y tiene un vínculo de total dependencia; la presencia del padre es necesaria para que estimule el desarrollo de la masculinidad, por encima de la feminidad. Si el hombre se queda en el ámbito de la madre la experimenta como poderosa y no puede tomar el padre, entonces lo masculino queda restringido y no puede ser un hombre adulto que haga pareja. Queda invadido de feminidad y termina compitiendo con la mujer. El hombre que no se vincula con el padre, es el favorito de las mujeres, el amante, el Don Juan, el seductor, el héroe.

La mujer nace de la madre y asume la feminidad, luego se acerca al padre con quien conoce el mundo masculino. Este recorrido finaliza cuando vuelve a la madre, quien se convierte en su modelo de identificación. La mujer que se queda en el ámbito del padre se llena de masculinidad y no puede identificarse con la madre, se convierte entonces en la favorita, la amante perfecta, la seductora, pero no en la mujer adulta que tiene una relación de pareja estable.

Cuando se hace el recorrido completo, se trata al otro sexo como un igual, no se compite, ni se envidia a la pareja, se es complemento.

El hijo que está al lado del padre respeta a la madre y a la mujer; el que se queda en la madre, domina, subyuga y abusa de la mujer. La hija que vuelve a la madre respeta al padre y al hombre; la que se queda en el padre, manipula, controla, domina y maltrata o explota al hombre.

A lo largo de su trabajo terapéutico, Hellinger muestra que la elección de pareja depende exclusivamente de la manera como nos hemos relacionado en nuestro hogar y si estamos o no implicados en algún enredo familiar. Esto, por supuesto, lo ha dicho también la terapia sistémica. Ellos lo explican de la siguiente manera: cuando una mujer se casa con un hombre, éste la percibe con su sistema, es decir, según la imagen interior de mujer que tiene en su sistema. Lo mismo ocurre a la inversa.

Ahora bien, si ambos cónyuges configuran sus constelaciones, los dos tienen también la posibilidad de ver en qué puntos percibían de manera diferente al otro; por tanto, si esta imagen se corrige, la percepción del cónyuge se vuelve más real.

Así, si nos ha sido difícil formar pareja estable, ya sea porque somos compulsivamente infieles o porque a quien elegimos se muestra, a la larga, inadecuado, esto depende de la relación que establecimos con nuestra madre o padre en la infancia y, adicionalmente, es importante tener en cuenta si estamos suplantando una función de estos personajes.

El estar cumpliendo con una función que no nos corresponde debilita nuestra alma y cuerpo, además de que nos mantiene muy ocupados; así por ejemplo, para no ser desleal con la madre y hermanas luego de que el padre ha muerto, el hijo, inconscientemente, puede decidir que no formará pareja estable y para evitar la tentación caerá en enredos emocionales aunque, por supuesto, esto lo deja vacío e insatisfecho.

La profundidad del vínculo puede deducirse de sus consecuencias. La separación del primer amor es la más difícil, es la que más duele. Vínculo no equivale a amor. El amor puede ser escaso y el vínculo profundo. O, por otra parte, el amor puede ser profundo y el vínculo, ínfimo. Para que un nuevo vínculo pueda ser llevado con éxito, el primero debe ser resuelto de una manera positiva. El vínculo se resuelve reconociéndolo y valorando a la primera pareja. Quien rechaza y desprecia el primer vínculo, impide el vínculo siguiente.