¿Ir o no a terapia?

Ir o no a terapia es una de las inquietudes que el ser humano tiende a tener. De hecho es una de las preguntas más recurrentes en consulta.

Quizá sea el cine, la literatura, o quizás la historia lo que ha creado el estigma que azota la mente de todos aquellos que consideran que ir a terapia, el acto por sí solo, es exclusivamente para gente “fuera de sus cabales”. Cuando en realidad es todo lo contrario.

A lo largo de mi carrera y vida profesional he empezado a ver la asistencia terapéutica como un bien necesario, no sólo para el crecimiento individual desde un punto de vista emocional, un crecimiento que todos anhelamos sentir.

Uno de los propositos para ir a terapia es para mejorar nuestra en todos los sentidos posibles. Como bien decía Epícteto, “no son los hechos en sí los que generan malestar, sino la interpretación errónea que hacemos sobre ellos”, y la mejor manera de enderezar esta interpretación sesgada que todos y cada uno de nosotros manejamos es por medio de la consulta psicológica.

El ser humano tiene una tendencia natural hacia el pensamiento irracional y distorsionado

Esto no es nada del otro mundo, ni mucho menos. Está claro que cada uno de nosotros interpreta la realidad a su gusto, a pesar de esto existen muchos factores endógenos y exógenos que influyen en esta interpretación, es imposible remover la subjetividad implícita en ella. Sólo puedo estar seguro de mi realidad, mi realidad es como yo quiero que sea.

Ahí es donde empieza el trabajo de los clínicos, trascender las fronteras entre cada uno de los pacientes que entran al consultorio, y trabajar desde lo más recóndito de su ser cada una de sus creencias erróneas; analizando sus vivencias anteriores, estudiando su influencia, y convirtiendo aquella interpretación errónea en una que procure el bienestar, la funcionalidad y sobretodo, la salud integral del paciente.

Por supuesto que este cambio no gira en torno al psicoterapeuta por sí mismo. El cambio existe mediante un esfuerzo activo para reconocer, desafiar y modificar todo el malestar emocional (y sus raíces) que acongoja al paciente. Al fin y al cabo, él debe comprender que el cambio no depende de nadie más que de él mismo, y que el psicólogo es sólo su fiel hidalgo. No se puede culpar al gobierno, ni a los padres, ni al ambiente; así como somos dueños de nuestra realidad, somos dueños de nuestro camino.

Aunque cada caso es diferente, todos los pacientes tienen algo en común: Todos buscamos un crecimiento personal, un deseo de ser una mejor persona.

¿Ir o no a terapia?