Ningún terapeuta puede pretender que no sabía que algo de lo que hizo es éticamente censurable, ya que los códigos éticos del psicólogo son de conocimiento público desde hace mucho tiempo. Desde mi punto de vista, existen algunas faltas que son particularmente comunes y frecuentes, algunas de ellas muy graves. A continuación citare primero las menos destructivas, aunque todas son merecedoras de algún tipo de sanción, porque ponen al descubierto una profunda deshonestidad:
La ética de un terapeuta es transgredida cuando
- El terapeuta se Atribuye títulos, experiencias o calificaciones que no son ciertas
- El terapeuta insinúa haber participado en estudios, o tener publicaciones inexistentes
- El terapeuta exige a su paciente formas de pago de los honorarios que permiten evadir impuestos dando explicaciones retorcidas que son presentadas como un beneficio para el consultante
- El terapeuta hace exigencias económicas desproporcionadas, aprovechándose del dolor, la angustia, el temor y la indefensión de los consultantes
- Crear vínculos de carácter sexual con los consultantes es faltar a la ética profesional. (En muchas ocasiones se sabe esto, y se pasa por alto)
- Inducir a los consultantes a hacer algo en beneficio propio pero manipulando a la persona para que crea que es en su propio beneficio
- Tratar de mantener al paciente por años solo por tener una entrada económica.
- Hablar de otros pacientes a sus propios pacientes. (En caso de familiares, es mejor hacer una terapia familiar o terapia de pareja)
Existen otras situaciones un poco confusas, pero que actualmente tampoco pueden dar lugar a errores, porque han sido debatidos y se han propuesto fórmulas simples para resolverlos. Por ejemplo: si alguien me comenta en terapia que está pensando cometer un crimen, ¿está delirando o simplemente está confiando en mi? ¿O tal vez se está burlando de mí? ¿Hasta dónde llega la confidencialidad? ¿Tengo la capacidad para discriminar entre todas esas situaciones? ¿Qué hacer con el consultante que llega diciendo que él abusa sexualmente de niños, y que lo sigue haciendo?
La respuesta es que en la gran mayoría de los casos el terapeuta debe saber a qué atenerse y proceder en consecuencia; pero si tiene dudas, siempre puede recurrir a colegas o a los comités o tribunales de ética, solicitando una consulta urgente. Lo peor que puede pasar es que alguien piense que no es demasiado competente, pero eso es siempre preferible a cargar con la responsabilidad de una tragedia.
En la mayoría de casos en los que se ha violado la ética se trataba de temas sexuales o económicos; generalmente, terapeutas de sexo masculino inducían a sus pacientes de sexo femenino a actividades de carácter explícitamente sexual, a veces con supuestas connotaciones de que esas actividades hacían parte del tratamiento, otras declarando su amor a la consultante; en una ocasión escuche de dos casos de terapeutas mujeres que habían creado vínculos afectivos y sexuales con consultantes mujeres. También supe de un psiquiatra que les pedía a algunas de sus pacientes que se desnudaran de la cintura para arriba, así él podía dibujarlas mientras se “concentraba” en la descripción de sus problemas.
Todo esto lo escuché en consulta, pero en ningún caso las personas se mostraron dispuestas a denunciar, a veces porque había pasado mucho tiempo, en otras porque se trataba de mundos muy pequeños en donde no convenía hacerse enemigos y en otras más porque ellas mismas habían sido conscientes de lo que pasaba, y habían accedido, y ahora temían ser objeto de burlas.
Una de las faltas a la ética más comunes es la auto-atribución de títulos que es una práctica desvergonzada y empieza por el mero hecho de personas que a duras penas obtuvieron un título de pregrado y se hacen llamar “psicólogos clínicos”.
Si eres terapeuta ten presente que el respeto a la ética es el alma de la terapia. Permitir deslizamientos, así sean ligeros, es abrir la puerta a abusos que pueden provocar daños irreparables e imperdonables.
Referencia: Pérez Gómez, Augusto “Ser terapeuta. 30 años navegando en mundos ajenos” Manual Moderno. Bogotá. 2011. 281 p.