Sinopsis:
En este libro la Doctora Elizabeth Kluber-Ross hace un enfasis en la relacion que tiene la muerte en los niños y sus patologias, entre ellos destaca el miedo, la angustia y la confusion.
Primera parte:
Pensamientos
Estoy en la sala de estar, tras pasar una larga semana en Nueva York, en un encuentro con unas ochenta y cinco personas, muchas de las cuales padecían una enfermedad terminal o tenían ante sí la miseria y la insensatez de la vida o del suicidio. Otras habían per dido un hijo o a su pareja, y algunas venían para cre cer, para apreciar la vida con más intensidad, o sim plemente para «cargar las baterías» y trabajar mejor con quienes las necesitan.
Y desde aquí, sentada delante de la máquina de es cribir, veo por el ventanal azulejos y colibríes, un conejillo que cruza el patio, una salamandra que mira hacia la casa, y luego aparece un águila, sobrevolando los árbo les del jardín. El paraíso debe de ser algo así: árboles y flores en un marco de valles y montañas, con un cielo azul, un lugar apacible y tranquilo que invita a descansar.
Pienso en los indios que recorrían esta tierra ydespedían a sus muertos. Oigo sus oraciones al viento y sus lamentos al paso de uno de sus niños.
Como si viese una película de aquellos tiem pos, imagino la llegada de los colonizadores, de los jóvenes durante la fiebre del oro, con sus sueños so bre el «Lejano Oeste», donde esperaban encontrar una tierra para trabajar, tener una familia y ganarse la vida. Veo sus caravanas, avanzando con dificul tad; a sus mujeres, abatidas, acaloradas y cansadas; las veo cocinando en una marmita y refugiándose de la tormenta. Las veo embarazadas y temiendo el viaje; oigo el llanto del recién nacido, y veo el orgu llo y el sudor en la cara del padre que contempla a su primer vástago. Veo cómo la joven pareja cava una fosa en el camino hacia el Oeste y reemprende la lucha para sobrevivir, para empezar de nuevo, una y otra vez. En los últimos miles de años apenas ha habido cambios: los seres humanos siempre han lu chado, esperado, soñado, triunfado, perdido y vuel to a empezar.
En ese momento una mujer entra en mi sala para traerme algunas cosas y, al salir, mira la máquina de escribir y pregunta: «¿Cómo puedes haber escrito siete libros sobre los que se mueren y sobre la muer te?». Y se va, sin esperar mi respuesta. No deja de ser una curiosa pregunta. Las bibliotecas de medicina es tán atiborradas de centenares de libros sobre embara zo, parto, nacimientos en casa, niños que nacen muertos, cesáreas, alimentación para las embaraza das, la diferencia entre amamantar y alimentar al re cién nacido con productos lácteos del mercado, y so bre todos los aspectos imaginables en torno a la concepción, al desarrollo del futuro ser humano en el útero y finalmente su alumbramiento.
Todos los seres humanos son diferentes, incluso antes de aparecer en escena. Se concibieron en distin tas circunstancias, compartieron diferentes vidas y experiencias en el seno de sus madres, fueron amados o rechazados, se vieron amenazados por un aborto u otros traumatismos, se rezó por ellos, fueron escu chados y acariciados con amor, o fueron maldecidos incluso antes de nacer.