Pablo, un niño de 4 años de edad, fue enviado a un hospital infantil por parte del médico de familia con el fin de realizarle una evaluación acerca de “problemas de hiperactividad y de comunicación verbal”.
Al llegar al hospital el psicólogo describió que “el niño presentaba alteraciones graves que parecían afectar prácticamente a todas las áreas de su funcionamiento, tales como el pensamiento, lenguaje, conducta y relaciones con los demás”.
Por lo que uno de los instrumentos aplicados como parte de la evaluación neuropsicológica fue la Escala de Inteligencia de Wechsler para Preescolar y Primaria (WPPSI) , con esto se verificó que Pablo presentaba un cociente intelectual (CI) global de 48, lo que denotaba un retraso mental moderado.
Por otra parte, los análisis médicos y las pruebas de laboratorio efectuadas no revelaron ningún problema físico en el organismo de Pablo. Tampoco se apreciaron alteraciones en los reflejos o en otras áreas del funcionamiento evaluadas mediante pruebas neurológicas diversas.
Sin embargo, otras exploraciones neurológicas diferentes que se llevaron a cabo a través del electroencefalograma (EEG) demostraron ciertas alteraciones leves en el registro EEG que podrían ser indicativas de una disfunción cerebral generalizada y de una disfunción en las zonas parietal y frontal del cerebro.
Antecedentes del problema
Los padres del niño refieren que hace dos años cuando el niño presentaba frecuentes rabietas en las que se golpeaba la cabeza, pataleaba y pegaba a otras personas. Cuando Pablo comenzó a asistir a un centro de enseñanza pre-escolar, las rabietas se incrementaron sensiblemente, tanto en casa como en el colegio. Cada día, el niño presentaba cinco rabietas en casa y seis en el colegio.
En clase, se negaba a sentarse en su mesa durante más de cinco minutos y a menudo corría a través del aula sin prestar apenas atención. Las rabietas de Pablo provocaban serios desajustes en casa. Por ejemplo, como consecuencia de tales conductas, la familia había cancelado algunas salidas en periodos vacacionales y acudía raras veces con el niño a lugares como el zoo o los grandes almacenes.
A pesar de que su apariencia física era extremadamente agradable (Pablo era físicamente atractivo y su peso y altura eran adecuados para su edad) y su desarrollo motor era normal.
Los padres de Pablo confirmaron que su hijo no parecía estar interesado en otros niños. Nunca había tenido amigos. Además de su falta de interés por los demás nunca había desarrollado un interés por hacer cosas por sí mismo, tales como, vestirse o asearse. Si sus padres insistían en que él mismo se peinara o se cepillara los dientes, el niño generalmente respondía con una de sus rabietas.
La primera señal evidente del deterioro psicológico del niño se estableció en su demora grave en relación con el desarrollo del lenguaje. Pablo se comunicaba con sus padres poniendo sus manos sobre el objeto que deseaba o necesitaba ya que se le dificultaba hablar.
Otro problema que presentaba Pablo radicaba en su intensa resistencia ante cualquier intento de cambiar las cosas, ya que exigía que todas las cosas permanecieran inalterables. Por ejemplo, exhibía frecuentes rabietas si su madre abría las persianas del comedor (Pablo pretendía que estuvieran bajadas durante todo el día). No permitía que nadie le arreglara su dormitorio. En esta habitación, que compartía con su hermano mayor, mantenía escrupulosamente colocados sus juguetes de una manera precisa.
La madre comentaba que le gustaba un determinado helicóptero de una caja de juguetes y que ella tuvo que ponerse en contacto con el fabricante para obtener más de cincuenta helicópteros idénticos para su hijo, dado que el niño pasaba horas alineándolos uno detrás de otro. Le perturbaba mucho que las cosas no estuvieran exactamente en la misma colocación y orden que él deseaba. Incluso, presentaba conductas autolesivas (p.ej., se golpeaba repetidamente las piernas y se mordía las manos), especialmente cuando se producían cambios en sus actividades rutinarias.
Su familia pertenecía a un nivel cultural y socio-económico alto. El padre de Pablo era biólogo y la madre tenía un negocio propio que funcionaba con éxito. Los padres no recuerdan la ocurrencia de ningún estresor significativo u otro factor ambiental relevante que pudiera dar cuenta de la génesis del problema del niño.
Pablo había tenido siempre una salud física excelente y nunca había tenido ningún problema médico significativo. Su familia le proporcionaba un gran apoyo afectivo y emocional. A pesar de que los síntomas de Pablo llevaban presentes desde los dos años, nunca había recibido ningún tipo de tratamiento psicológico previo a su remisión al hospital infantil. Por otra parte, en la familia no consta la presencia de alguna categoría de discapacidad o de algún tipo de alteración emocional.
Tipo de tratamiento
El tratamiento para Pablo fue desarrollado mediante terapia cognitivo-conductual haciendo énfasis modificadores de conducta con el objetivo de tratar las rabietas. Por otro lado, como la situación de “hiperactividad” estaba relacionada a un alteración neuropsicológica se requirió utilizar un fármaco llamado Metilfenidato (MPH) para disminuir las conductas de hiperactividad. El tratamiento fue desarrollado en conjunto entre la familia, el terapeuta y psiquiatra y luego de 14 meses los resultados brindaron un efecto positivo mejorando la conducta de Pablo. Con el tiempo las rabietas y la conducta hiperactiva se redujeron considerablemente gracias al tipo de tratamiento.