Un estudio reveló el temor de los niños hacia los animales y la oscuridad

No deja de llamar la atención la regularidad con que en los niños de más de tres años se registran señales de temor a los animales y a la oscuridad. En el estudio longitudinal de Macfarlane, por ejemplo, más del 90 % del centenar de niños incluidos en la muestra, según la madre, experimentaron temor ante alguna situación específica en determinado momento del período de observación (que se extendía de los veintiún meses a los catorce años). Hasta los once años, durante cada examen anual entre la tercera parte y la mitad de los pequeños, según los informes, demostraron temor ante una situación específica; y de las situaciones que, con mayor frecuencia, provocaron temor, las más comunes eran la presencia de perros y el miedo a la oscuridad, en especial entre los grupos de menor edad

Lapouse y Monk en el año 1959 efectuaron un estudio transversal de una muestra representativa de 482 niños de seis a doce años en el estado de Nueva York, obtuvieron datos similares, basados también en los informes de las madres.

temor de los niños

De dos estudios llevados a cabo surgen datos similares. En uno de ellos el investigador y sus colegas entrevistaron a unos cuatrocientos pequeños de cinco a doce años (veinticinco varones y veinticinco niñas para cada uno de los ocho niveles de edad). El entrevistador iniciaba cada entrevista tocando temas neutrales, para luego interrogar al niño sobre las cosas que le causaban temor o pánico. En una segunda etapa se entregaban cuestionarios a alrededor de trescientos estudiantes y miembros del personal, de diecisiete a treinta y cinco años (la mayoría se hallaban comprendidos entre los dieciocho y los veintiséis años).

Se solicitó a los sujetos que describieran situaciones que de niños les habían provocado terror, indicando cuál era la más lejana que podían recordar, cuál les provocó un temor más intenso, y qué tipo de situaciones les inspiraban miedo con mayor frecuencia; por supuesto, una situación única podía entrar perfectamente dentro de las tres categorías.

Las situaciones que, según los adultos de la muestra, les provocaban temor cuando niños coinciden estrechamente con las descriptas por los pequeños de cinco a doce años. En ambos grupos se destacaba el miedo a los animales. Entre los niños ese temor evidentemente alcanzaba sus más altas proporciones en los niveles de edad inferiores: el 27 % de los pequeños de cinco y seis años hicieron referencia al miedo a los animales, en tanto que ese porcentaje se reducía a un 22 % entre los niños de siete y ocho años, y a un 11 % en los mayores. Entre los adultos, uno de cada seis, aproximadamente, hizo referencia al miedo a los animales como el más temprano de sus temores y/o el más intenso o persistente.

El temor que inspira la oscuridad con frecuencia deriva de la sensación de miedo que se experimenta en esas circunstancias, en especial cuando se oyen ruidos extraños o se producen otros incidentes, y del temor a ser atacado por seres tal vez imaginarios, como fantasmas o personajes de cuentos, o bien ladrones y secuestradores. Alrededor del 20 % de los niños de cinco a doce años indicó experimentar temor en situaciones de ese tipo; la persistencia de ese temor no variaba mayormente con la edad, y una proporción similar de adultos jóvenes recordó haberlo experimentado; entre estos últimos, el temor a la oscuridad, de manera análoga al miedo de los animales, habla sido sumamente intenso y persistente, según se recordaba.

Referencia: Bowlby, John. “La separación afectiva” 1era edición. Editorial Paidós. Buenos Aires, Argentina. Página  139