La manera en que elegimos a nuestra pareja tiene huellas históricas e inconscientes que nos impulsan hacia el acto sexual hasta escoger a nuestra pareja.
Nivel psicológico
Freud mencionaba que la personalidad esta divida en tres componentes que son el ello, el Yo y el Superyo.
El ellos son todos aquellos impulsos primitivos que conllevan deseos y necesidades fisiológicas tales como la sed, el hambre y el sexo. El ello por su parte busca la satisfacción inmediata sin importar los medios para conseguirla ya que está regida por el principio del placer, su función tiende a ser a nivel inconsciente.
Un claro ejemplo de la función inconsciente del ello es que cuando tenemos sed, nos impulsa a beber rápidamente sin pensar en cómo obtener esa bebida.
Simplificando el tema, el superyó y el yo limitan nuestra respuesta inconsciente poniendo, por ejemplo, reparos éticos. Es decir, que si tenemos hambre y nuestro “ello” nos incita a quitarle la comida a un amigo, nuestro “yo” razonará, intentando convencer al otro para que nos ceda una parte de su alimento.
De igual manera sucede cuando elegimos a nuestra pareja. El ello quisiera tenerlo o tenerla de cualquier manera sin embargo el Yo y el superyó no hacen entrar en razonamiento para no obligarla a alguien a estar con nosotros. Cuando se rompe este margen se vuelve una psicopatología.
Nivel físico
El encéfalo rige nuestro deseo sexual. Dirige nuestra conducta erótica, desde los impulsos primitivos hasta las sensaciones de la libido. Es, por lo tanto, “el cerebro de mamífero primitivo” como dijo el neurólogo Paul McLean. Sin embargo, el ser humano ha desarrollado una parte del cerebro de la que carecen el resto de especies animales del planeta, el neocórtex o corteza cerebral.
Este otro cerebro se desarrolló recientemente, y recubre como una gorra de tres milímetros de espesor el resto de la materia gris, sirve para que el sexo no cumpla solamente una función reproductiva, sino para que sea un instrumento social, una actividad lúdica. Y esto es una de las cosas que nos hace diferentes del resto de las especies animales.
John Hopkins, neuroendocrino
“El mayor y más potente órgano sexual no está entre las piernas de hombres y mujeres, sino detrás de las orejas”.
Liberación de feromonas
Las feromonas son sustancias químicas secretadas por los individuos de una especie animal, con el fin de provocar un comportamiento programado en otro individuo de su misma especie o incluso en uno de otra especie. La respuesta a este “aroma” es involuntaria.
Este tipo de “señales” posee grandes ventajas: son arrastradas por el aire a grandes distancias. Algunas mariposas macho son capaces de detectar el olor de las feromonas que desprende la hembra a veinte kilómetros de distancia.
En realidad, las feromonas no sólo transmiten mensajes de tipo sexual, también existen feromonas que inducen otras respuestas. Existen, aparte de las feromonas relacionadas con la atracción sexual, las que transmiten una señal de peligro, provocando un comportamiento agresivo o una huida.
Elección de pareja
Fuera de los componentes socio-culturales, estéticos o psicológicos de compatibilidad, existe claramente un componente físico que nos impulsa a interesarnos por una persona u otra a la hora de elegir pareja. Cuando conocemos a una persona, antes de hablar con ella y conocerla, “algo” nos dice si nos atrae o no.
A veces no es una persona especialmente bella físicamente. Entonces, ¿qué nos hace acercarnos a ella?
Según un amplio sector de los biólogos evolucionistas, existe un grupo de genes, el MHC que segrega ciertas proteínas. Este es el responsable del reconocimiento de proteínas de origen externo.
Simplificando el proceso, podemos decir que el MHC es el responsable de seleccionar parejas con un MHC distinto del propio. Esta elección conferiría a la progenie una mayor heterozigosidad, es decir, una ventaja para hacer frente a parásitos o enfermedades al poseer un conjunto de genes más diversificado.
En 1995 se realizó un experimento para confirmar esta teoría. Un grupo de mujeres valoró el olor de las camisetas usadas para dormir por un grupo de hombres, sin conocer, por supuesto, a los individuos.
El resultado fue que en general –exceptuando a las mujeres que tomaban anticonceptivos-, cada mujer prefería el olor de las camisetas de los hombres que poseían un MHC distinto al suyo. Esto implicará, supongo, que la atracción sea mutua en estos casos, ya que si lo importante es la distancia genética entre un MHC y otro, tendrá que ser recíproca.
En conclusión la atracción sexual está regida en un principio por impulsos primitivos y físicos. Evidentemente, debemos tener en cuenta a partir de ahí muchos otros factores que pueden influir a la hora de elegir pareja. Los aspectos socio-económicos, los estéticos, los de compatibilidad de caracteres… Todo esto ya no forma parte de nuestra mitad primitiva, sino de nuestro ser social y desarrollado. Así que profundizaré más en el siguiente artículo: la psicología del sexo que será publicada en estos días… Hasta entonces
Referencia: Martínez-Esteve Elena “Recetas para el buen sexo” ¿Cómo y porque elegimos a nuestra pareja?. Ediciones Vida sana. 2011. Págs. 233