Historia del desarrollo de las pruebas de inteligencia

Francis Galton fue el primero en desarrollar técnicas para medir la inteligencia comprensiva y, por eso, se le reconoce como el padre de las pruebas psicológicas. Este autor basó su teoría en el supuesto de que toda información se recibe mediante los sentidos y que su funcionamiento eficaz incide en el óptimo desarrollo de habilidades intelectuales, partiendo de este supuesto desarrolló algunas técnicas para medir la inteligencia.

Aunque la comprobación empírica no sustentó este supuesto, su contribución más importante al estudio de la inteligencia fue la creación de técnicas instrumentales confiables (aunque no válidas) y el desarrollo de técnicas estadísticas para el análisis de los datos, que han sido base para el desarrollo posterior de los instrumentos para medir la inteligencia.

Por otro lado, Alfred Binet y sus colaboradores a finales del siglo XIX y principios del XX en Francia, desarrollaron tareas para medir la inteligencia en escuelas públicas. Binet consideraba que las tareas simples, como las que Galton utilizó, no eran capaces de discriminar entre lo que un niño o un adulto puede hacer, ni lo suficientemente complejas para medir el intelecto humano. En contraste con las tareas sensorio motoras de Galton, este autor y sus colaboradores se orientaron a medir procesos intelectuales complejos, como la capacidad de juicio, memoria, la comprensión y el razonamiento, poniendo un énfasis especial en el lenguaje como un indicador muy relacionado con el desarrollo cognoscitivo.

El principal objetivo de Binet, al crear este instrumento de medición, era detectar las fortalezas y debilidades cognitivas en los niños, para poder planificar programas de intervención adecuados que fomentaran el desarrollo intelectual óptimo.

Pruebas de inteligencia 

La primera revisión de la escala en 1908 se aplicaba a niños con un rango de edad entre los 3 y los 13 años. Este rango se extendió hasta los 15 años en la revisión de 1911, e incluyó cinco pruebas para evaluar adultos con poca escolaridad.

En EUA, Lewis Terman tradujo y adaptó la escala de Binet-Simon en 1916. La escala de Binet también fue adecuada por otros investigadores estadounidenses como Goddard, Kuhlmann, Wallin y Yerkes, entre otros. Muchas de las adaptaciones de esta escala se tradujeron de manera literal; sin embargo, Terman fue el único que, además de traducir la escala del francés al inglés, la adaptó a la cultura americana y obtuvo una muestra estandarizada de niños y adolescentes estadounidenses

La escala de inteligencia de Terman-Binet y sus revisiones (Terman–Merril, 1937, 1960), ha sido durante muchos años una de las pruebas más empleadas para medir el coeficiente intelectual, tanto en EUA como en otros países. Lamquinta revisión de la Escala SB5, es un testimonio de su popularidad y su permanencia en el campo de la evaluación intelectual.

A mediados del decenio de 1930, David Wechsler contribuyó de manera importante al campo de la evaluación intelectual, en donde se conjuntaron sus grandes habilidades clínicas con el conocimiento estadístico que adquirió en sus estudios en la Gran Bretaña con Charles Spearman y Carl Pearson. Además, Wechsler poseía una basta experiencia en evaluación intelectual de los trabajos que realizó durante la Primera Guerra Mundial con el Army Alpha y el Army Beta.

En su trabajo, Wechsler le dio igual peso al sistema de Stanford Binet /Army Alpha (Escala Verbal) y al Army Beta (Escala de Ejecución). La primera de la serie de las pruebas Wechsler fue la Escala de Inteligencia Wechsler Bellevue en 1939; en 1946 aparece la forma II de la Escala, y en 1949 el WISC, Escala de Inteligencia para Niños que se aplicaba a menores entre 5 y 15 años de edad. No es hasta 1967 que en EUA se desarrolla una escala para evaluar a los preescolares.

La aportación más importante de Wechsler fue la posibilidad de conjuntar en un solo instrumento las mejores medidas de inteligencia en su época.

Referencia: Esquivel Ancona, Fayne. “Psicodiagnóstico clínico del niño” 3ª. Edición. Editorial El Manual Moderno. México. 2007. Pág. 34