El modelo tridimensional de la ansiedad

El modelo tridimensional de la ansiedad y el miedo fue propuesto inicialmente por Peter Lang en el año 1968 y desde entonces ha sido ampliamente aceptado no solo como un modo de objetivizar el estudio empírico de las respuestas de ansiedad sino también como una forma de entender teóricamente la naturaleza de la ansiedad y sus trastornos. El modelo, además, ha sido generalizado al estudio de cualquier fenómeno emocional.

El modelo tridimensional de la ansiedad

La propuesta de Lang del triple sistema de respuesta se basó en observaciones realizadas durante sus investigaciones sobre la técnica de desensibilización sistemática como procedimiento terapéutico de la ansiedad fóbica. Sus primeras observaciones fueron contrarias al modelo unitario del miedo y consistieron en la constatación de bajas correlaciones entre las diferentes medidas del miedo tanto subjetivas, como conductuales y fisiológicas.  Según el modelo unidimensional, las diferentes medidas del miedo deben correlacionar entre sí en un momento determinado del tiempo. Es decir, que debe existir concordancia entre ambas y si se producen cambios a largo plazo por ejemplo luego de un resultado de tratamiento, deben modificarse simultáneamente todas ellas para que exista una sincronía en su modificación.  Sin embargo, los datos de Peter Lang indicaban que lo habitual era observar discordancia y desincronía entre las diferentes medidas de miedo. Un claro ejemplo son los trastornos de ansiedad en los que los componentes fisiológicos son determinantes principales del trastorno: por ejemplo, en los ataques de pánico se ha encontrado que los informes verbales sobre reacciones fisiológicas intensas (taquicardia, mareo, sudoración…) no se corresponden con los cambios fisiológicos reales registrados, que suelen ser mucho menores de lo que experimentan subjetivamente.

La teoría tridimensional ha tenido un gran número de implicaciones en el ámbito clínico, tanto en la propia naturaleza de los trastornos de ansiedad como en la evaluación o diagnóstico y en el tratamiento.

En primer lugar, con respecto a la propia naturaleza de los trastornos de ansiedad, la forma como las tres dimensiones se estructuran y relacionan en los diferentes trastornos puede ayudarnos a entender en qué consiste cada trastorno y cómo se ha desarrollado.

En segundo lugar, con respecto a la evaluación clínica de los trastornos, el modelo exige basar la evaluación diagnóstica en medidas de los tres sistemas de respuesta y no sólo en los informes verbales a través de entrevistas y cuestionarios como suele ser habitual.

En tercer lugar, con respecto a la elección a la elección del tratamiento apropiado. El tratamiento a aplicar debería ser coherente con el tipo de respuesta dominante: un tratamiento fisiológico (relajación, desensibilización sistemática o biofeedback) si la manifestación de la ansiedad es fundamentalmente fisiológica; un tratamiento conductual (práctica reforzada o entrenamiento en habilidades sociales) si la manifestación de la ansiedad es fundamentalmente conductual; y un tratamiento cognitivo (reestructuración cognitiva, autoinstrucciones) si la manifestación de la ansiedad es fundamentalmente subjetiva. Por lo tanto, este modelo, favorece la utilización de técnicas de reducción de ansiedad de una forma individualizada y eficaz, empleando una técnica cuando predominante los componentes cognitivos y otra distinta cuando el predominio sea fisiológico o motor.

En esta línea, Lang y colaboradores hallaron que los sujetos con mayor reactividad fisiológica mejoraban más con una técnica de desensibilización sistemática. Wolpe en el año 1977 incide sobre el mismo aspecto al señalar que la desensibilización sistemática es más efectiva si predomina el componente fisiológico que si predomina el componente cognitivo. Ost y colaboradores en el año 1981 trabajando con fóbicos sociales, encontraron que los que mostraban mayor reactividad fisiológica resultaban más beneficiados por la relajación que por el entrenamiento en habilidades sociales, mientras que en los pacientes que mostraban más respuestas motoras, la eficacia de los tratamientos se invertían. En 1982, estos mismos autores, utilizando un diseño similar pero esta vez con claustrofóbicos encontraron resultados similares.

En general, la evidencia experimental apoya la idea de que se puede conseguir una mejora en la eficacia de las distintas técnicas de tratamiento de la ansiedad cuando éstas son utilizadas de forma concordante con el perfil de respuestas del sujeto.