La hipótesis de las restricciones innatas se presenta con mayor vigor en ciertas descripciones modernas de la manera en que los niños adquieren el lenguaje.
Lingüistas como Chomsky, Lenneberg y McNeil argumentan que las premisas empiristas son inadecuadas, en principio, para explicar el aprendizaje de la competencia lingüística mostrada por cualquier hablante nativo.
La persona que aprende una lengua debe asimilar un conjunto sumamente complejo y abstracto de reglas para la trasformación de líneas de sonidos discursivos en significados, y viceversa.
Los modernos análisis de la competencia lingüística ilustran lo abstractas que son las reglas gramaticales que los niños ejemplifican en sus enfrentamientos con el lenguaje: juzgan si las expresiones son gramaticales, si no son ambiguas, y si dos oraciones significan lo mismo.
El problema para el empirista es que esta competencia lingüística abstracta y compleja parece ser algo que todos los niños aprenden de modo más o menos uniforme casi a la misma edad con una variación relativamente pequeña (ignorando los dialectos).
¿Cómo se adquiere el lenguaje para la corriente racionalista?
El problema se complica por el hecho de que los registros de vocalizaciones que los adultos dirigen a niños preverbales revelan múltiples interrupciones, deslices, errores gramaticales, expresiones fragmentadas, titubeos, oraciones pronunciadas a medias y locuciones sin sentido.
En suma, desde un punto de vista gramatical, la entrada del habla para los niños pre verbales es jerga ruidosa. Además, en tanto el padre atiende la reacción del niño ante las vocalizaciones, esperando más del niño cuando en realidad el desarrollo del lenguaje apenas empieza.
Imaginemos la siguiente escena donde un niño llega y dice: ¿papi fue tienda?, “no fue a la oficina”; ¿papi oficina?, “si, eso es, papi oficina”, este tipo de dialogo no es óptimo para que el niño aprenda las reglas gramaticales.
Lo paradójico de este asunto es que nuestro lenguaje o jerga está gobernada por ejemplos como el anterior. Es decir, que el lenguaje del niño se empieza a formar de manera caótica.
Ante esta postura Chomsky argumentó que el niño debe comenzar a vivir armado desde el nacimiento con un pequeño conjunto de universales lingüísticos: es decir, con algunos conceptos básicos y principios fundamentales. Ejemplos de conceptos básicos serían los veintitantos caracteres distintivos de los sonidos del lenguaje, con los cuales todos los idiomas conocidos componen sus vocabularios; o los conceptos gramaticales de sujeto y predicado.
Ejemplos de principios serian aquellos que distinguen la estructura lógica profunda de una expresión, de su forma superficial fonológica o sonora. En todos los idiomas naturales estudiados hasta la fecha se encuentran componentes “conceptos -reglas” similares, que parecen ser universales en el lenguaje humano. La teoría establece que estos principios abstractos de gramática universal son parte del equipo innato del niño, ya que proporcionan un esquema interpretativo al cual debe ajustarse cualquier lenguaje particular.
Según Chomsky el conocimiento de un lenguaje, una gramática, solo puede ser adquirida por un organismo que esta “prefijado” con una restricción severa en la forma gramatical. Esta restricción innata es una condición previa, en el sentido kantiano, para experiencia lingüística, y aparentemente es el factor crítico que determina el curso y el resultado del aprendizaje del lenguaje. En el momento de nacer el niño no sabe qué lenguaje va a aprender, pero debe saber que su gramática tendrá una forma determinada de antemano que excluye a muchos lenguajes imaginables.
Chomsky propone que la metáfora de orientación para la adquisición del lenguaje no debe ser el aprendizaje sino la maduración, como sucede con el desarrollo embrional de los órganos de los sentidos y de las extremidades bajo la guía de los códigos genéticos ADN del embrión.
Chomsky no afirma que haya descubierto un conjunto complejo de universales lingüísticos o haber proporcionado detalles acerca de la manera en que se formulan las hipótesis lingüísticas específicas. Sin embargo, argumenta que ese marco de referencia tiene muchas más probabilidades de incrementar nuestra compresión de la adquisición del lenguaje que la interpretación empirista asociacionista, que el propio Chomsky y otros lingüistas consideran sencillamente falsa.