La psicología del aprendizaje entre 1930 y 1950 estuvo presidida por el debate permanente entre Tolman y Hull, entre tolmanianos y hullianos. Hull, junto con Thorndike, Guthrie y Skinner, entre otros, constituía el sector de las teorías E-R del aprendizaje; Tolman, Koffka, Lewin y otros autores, integraban las teorías “de cognición de campo”.
No hubo aspecto del aprendizaje que no fuera disputado por ambos bloques. Se discutió acerca de la naturaleza del aprendizaje (es decir, en qué consiste y cuál es el o los mecanismos básicos que lo producen), la existencia de uno o varios tipos de aprendizaje, el aprendizaje latente y el papel del refuerzo, si lo que se aprenden son lugares o respuestas (es decir, representaciones del entorno vs. cadenas de hábitos), y un sin fín de otras cuestiones. Los teóricos E-R partían de la posición de que el organismo reaccionaba mecánicamente ante la estimulación ambiental, aprendiendo a dar respuestas corporales específicas ante ciertos estímulos. No estaban de acuerdo en cuál era el factor decisivo para el aprendizaje (el refuerzo, para Hull y Skinner; para Guthrie, la contigüidad entre E y R), pero en general compartían la idea de que se trataba de un único factor, y por tanto sólo habría un tipo de aprendizaje. Por contra, las teorías de cognición de campo creían en un ser vivo dotado de cierta organización innata, que aprendía elaborando cogniciones sobre su entorno, sin necesidad de que interviniera el refuerzo. Los teóricos de campo eran pluralistas: admitían que hubiera más de un tipo de aprendizaje.
Las polémicas más acaloradas fueron, posiblemente, la del aprendizaje latente y la de la dicotomía aprendizaje de lugar frente a aprendizaje de respuesta. Respecto al primer tema, señalamos que la evidencia de que existía un aprendizaje latente provenía de experimentos en los que se producían cambios súbitos en la ejecución de la rata aumentos o disminuciones bruscos del tiempo y los errores como resultado de la introducción o desaparición de la recompensa. Por la importancia del tema, se generó mucha investigación empírica, tanto de los tolmanianos como de los hullianos. Los resultados fueron contradictorios, si bien apoyaron de forma mayoritaria la existencia del fenómeno. Ello obligó a Hull a reelaborar ciertos aspectos de su sistema, para dar cuenta del fenómeno y a la vez seguir manteniendo que el refuerzo era imprescindible para el aprendizaje. Así, la escuela de Hull salvó su predominio, pero a costa de modificaciones teóricas sustanciales.
Igualmente intensa y significativa fue la controversia aprendizaje de lugar frente a aprendizaje de respuesta, cuyo principal punto de arranque fueron los experimentos de sobre la orientación espacial en ratas. En ellos se trataba de demostrar de nuevos modos una idea vieja ya en él: que lo que se adquiere en el aprendizaje es un mapa, una representación amplia del entorno, y no un conjunto de respuestas discretas.
Ninguno de los puntos en litigio entre teóricos de campo y teóricos E-R encontró una solución definitiva. Ante la ambigüedad de los resultados experimentales, ambos grupos mantuvieron sus interpretaciones propias. Los tolmanianos tenían la ventaja inicial de plantear problemas al adversario mediante experimentos novedosos; pero Hull y sus discípulos en especial Spence fueron capaces de anular esa ventaja, mediante reformulaciones teóricas que les permitieron dar cuenta de los fenómenos expuestos, e incluso hacer nuevas predicciones en algunos casos.
Tolman ganó muchas batallas, pero Hull ganó la guerra inmediata… dada su “apariencia externa de rigor, cuantificación y objetividad (…) la solución a la crisis era la construcción de sistemas teóricos con la lógica deductiva más rigurosa. Tendrían que pasar muchos años hasta que el cognitivismo de Tolman fuera debidamente apreciado por la comunidad científica. Pero al final, como escribió Ernest Hilgard, la experimentación resolvió las disputas a favor de Tolman.
Referencia: Tortosa, Francisco; Cristina Civera. “Historia de la Psicologìa” McGraw-Hill. Madrid, España. 2006. Pàg 304.