Las seis funciones de la enseñanza de Rosenshine

Barak Rosenshine fue educado en las escuelas de Chicago. Obtuvo un B.A. y un  M.A. de la University of Chicago y luego impartió Historia de los Estados Unidos en las Chicago  Public Schools. Más tarde, recibió un Ph.D de Stanford University.

Luego de realizar una serie de investigaciones acerca del tema de la instrucción eficaz logró descubrir seis funciones de la enseñanza que pueden servir como lista de verificación o marco de referencia para la enseñanza de destrezas básicas. De manera que estas funciones pueden servir de andamiaje a todo educador durante los procesos de enseñanza-aprendizaje.

Las seis funciones de la enseñanza de Rosenshine fueron las siguientes:

  1. Revisión diaria

Como educador -Revise y supervise el trabajo del día anterior. Vuelva a enseñar si los estudiantes entendieron mal o cometieron errores. Esta es una pauta que mejora los procesos de enseñanza-aprendizaje.

  1. Presentar nuevo material usando pasos pequeños

Presente material nuevo. Aclare el propósito, enséñelo en pequeños pasos y ofrezca muchos ejemplos y contraejemplos.

  1. Hacer preguntas

Proporcione práctica guiada. Haga preguntas a los estudiantes, pídales que resuelvan problemas de práctica y escúchelos para ver si presentan errores de concepción o entendimiento.

Vuelva a enseñar si es necesario. La práctica guiada debe continuar a menos que los alumnos respondan bien alrededor del 80 por ciento de las preguntas.

Recuerde: Las preguntas ayudan a los estudiantes a practicar nueva información y conectar  material nuevo con su aprendizaje previo

  1. Proveer Modelos

Proporcione retroalimentación y correctivos basados en las respuestas. Vuelva a enseñar si es necesario.

Recuerde que proveer a los estudiantes con modelos y ejemplos resueltos puede ayudarlos a aprender a resolver problemas más rápido.

  1. Guiar la práctica del estudiante

Ofrezca práctica independiente. Permita que los estudiantes apliquen solos el nuevo aprendizaje al trabajo del aula, a grupos cooperativos o a los deberes. La tasa de éxito en la práctica independiente debería ser de alrededor del 95 por ciento, lo que significa que los alumnos estén bien preparados para el trabajo gracias a la presentación y la práctica guiada y que las tareas no sean tan difíciles. El punto es que los estudiantes practiquen hasta que las destrezas se sobre aprendan y se automaticen, es decir, hasta que se sientan confiados. Responsabilice a los estudiantes del trabajo que realizan; revíselo.

  1. Examinar el nivel de comprensión del estudiante

Haga revisiones semanales y mensuales para consolidar el aprendizaje. Incluya algunas preguntas de revisión como tarea. Haga exámenes con frecuencia y vuelva a enseñar el material omitido en las pruebas.

Recuerde examinar el nivel de comprensión del estudiante en cada punto puede ayudar a los  estudiantes a aprender el material con menos errores.

Aclaro que estas seis funciones no son pasos que deban seguirse en orden, más bien son elementos de la instrucción efectiva. Por ejemplo, siempre que lo requiera aproveche la retroalimentación, la revisión o la reenseñanza de manera adecuada a las habilidades de los alumnos.

Críticas a la instrucción directa

Los críticos afirman que la instrucción directa se limita a los objetivos de nivel inferior y que se basa en métodos tradicionales de enseñanza, ignora los modelos innovadores y desalienta el pensamiento independiente de los estudiantes.

Algunos psicólogos educativos afirman que el modelo de instrucción directa pide a los educadores que “hagan lo que funciona” sin fundamentar las sugerencias en una teoría del aprendizaje del estudiante. Sin embargo, existen muchas pruebas de que la instrucción directa y la explicación pueden ayudar a los estudiantes a aprender de manera más activa. Para los alumnos más jóvenes y menos preparados, el aprendizaje lo controlan ellos mismos, pero al no contar con la dirección e instrucción del maestro, puede conducir a deficiencias sistemáticas en sus conocimientos.

Referencia:  Woolfolk, Anita E. “Psicología Educativa” Aprendizaje e instrucción. 7ma. Edición. Editorial PRENTICE HALL. México. 1999.  pág. 336