Existen varias áreas en las que Adler resaltó sus diferencias con la aproximación de Freud a la comprensión de la personalidad. Seis de las grandes áreas de desacuerdo son: el yo es creativo más que reactivo, el complejo de Edipo es un afán de superioridad, no de amor o sexo, interés social frente al narcicismo, motivación a través de metas o de pulsiones, la personalidad uni cada más que fragmentada, los sueños como asistentes para la acción y no como ventanas al inconsciente.
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El yo es creativo, no reactivo
Adler no veía al yo como el sirviente de los deseos del ello, sino como un aspecto independiente de la psique. Creía que la función primordial del género humano era la actividad creativa y llevar las ideas a buen término. Consideraba que el yo era la parte de la personalidad responsable de dicha creatividad. Adler consideraba al yo como la sede del sentido de plenitud del individuo, de la identidad de la persona. Por otro lado, Freud destacaba la relación del yo con el inconsciente y creía además que el yo tenía que adaptarse a las demandas externas. Por tanto, para Freud las principales funciones del yo eran la supervivencia psicológica y el ajuste, no la creatividad.
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El complejo de edipo es un afán de superioridad, no de amor o sexo
En opinión de Adler, el complejo de Edipo no era un fenómeno meramente sexual en que el niño varón intenta en vano poseer a la madre. Más bien, Adler creía que debía asignarse el mismo peso, si no es que más, al esfuerzo del niño por superar su sentido de debilidad e inferioridad, lo cual lo lleva a competir con el padre para asegurar igual o mayor fuerza y poder.
Adler
El niño quiere crecer más allá de sí mismo, quiere llegar a ser superior a su padre.
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Interés social frente al narcisismo
Cuando Freud desarrolló el concepto de la libido narcisista del yo tenía en mente una canalización protectora de la energía hacia el yo, un sano interés o amor por sí mismo. Sin embargo, Adler pensaba que la noción freudiana de narcisismo indicaba una personalidad vuelta hacia sí misma. Eso era lo opuesto a un genuino interés por el bienestar de los otros o lo que Adler llamaba un sano interés social. Contrario a la teoría freudiana, Adler creía que la actitud narcisista no es innata ni instintiva, sino aprendida o adquirida. En opinión de Adler, las personas narcisistas en esencia temen ser demasiado débiles e impotentes para sobrevivir, y para controlar este temor tratan de evitar cualquier sentido de obligación con los demás. Para Adler, dicha aproximación era un estilo de vida patológico.
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¿motivación orientada a metas o hacia la satisfacción de necesidades?
Para Adler, la motivación humana no puede entenderse en términos de intentos por reducir la incomodidad por el aumento de tensiones biológicas como el sexo, el hambre y la fatiga. Más bien, las personas se esfuerzan por alcanzar metas que eligieron. Adler planteó la cuestión de esta manera:
Adler
El problema principal de la psicología no es comprender los factores causales como en la fisiología, sino las fuerzas que atraen y dan dirección y las metas que guían todos los otros movimientos psicológicos.
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La personalidad unificada más que fragmentada
Adler pensaba que la teoría freudiana había fragmentado la personalidad en partes en competencia más que en una unidad íntegra en funcionamiento. Hacía hincapié en que la personalidad tiene una tendencia evolutiva, fundamental e innata, a crecer y convertirse en un todo.
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Sueños: asistentes para la acción, no ventanas al inconsciente
En la teoría de Freud, el sueño es en sí mismo un foco de atención y una fuente de ideas sobre las profundidades inconscientes de la personalidad. Freud consideraba a los sueños como “la vía regio” al inconsciente, pero Adler los veía como una ayuda a la acción del yo.
Para Adler, los sueños no debían interpretarse como deseos inaceptables disfrazados, ya que, en su opinión, representan intentos por resolver problemas que los soñadores no han resuelto con sus capacidades conscientes de razonamiento.
Como Freud, Adler creía que el sueño estaba disfrazado, pero a diferencia de Freud, estaba convencido de que el propósito de un sueño tenía que ver con el estado de ánimo que provocaba. Este estado de ánimo permitiría al soñador realizar una acción que de otra manera se habría mostrado renuente a intentar. Por ejemplo, una persona puede despertar de un sueño con la energía y entusiasmo para abordar un nuevo proyecto o para dar una nueva dirección a su vida.
Referencia: Sollod, N. Robert. “Teorias de la personalidad” 8va edicion. Editorial McGrawHill. Mèxico, D.F. 2009. Pàg 88