Sinopsis:
El estatus social en el grupo de iguales es el grado en el que el niño es aceptado o rechazado y supone un importante predictor del desarrollo socioemocional y cognitivo del niño. Los niños rechazados tienen un autoconcepto más negativo que sus compañeros bien adaptados socialmente, y su estatus se asocia con agresión, soledad, conducta disruptiva, falta de atención y un rendimiento académico más bajo.
Es importante mencionar que el rechazo entre iguales puede convertirse un círculo vicioso puesto que, con el tiempo, puede afectar negativamente al bienestar emocional y autoconcepto del niño.
En los años preescolares es ya frecuente que los niños se organicen formando grupos, aunque su existencia e influencia será cada vez mayor conforme avance los años escolares. Estos grupos se estructuran en función de unas metas y objetivos que les dan coherencia. Algunas de las normas que rigen la vida de los grupos son comunes a las de la cultura a la que pertenecen por ejemplo: estereotipos de rol sexual. Sin embargo, es frecuente que le grupo genere sus propias normas (forma de vestir, gustos y preferencias), facilitando así el proceso diferencial respecto a otros grupos de escolares.
Estatus social
El estatus social puede establecerse en los siguientes tipos sociométricos:
Niños populares: son aquellos que reciben altas puntuaciones positivas de aprecio, valoración y preferencia de sus iguales. Son percibidos como niños que cooperan y apoyan a sus compañeros, son atentos y considerados, y se comportan conforme las reglas, implicándose activamente en conductas pro sociales y en interacciones positivas.
Niños rechazados: tienen altas puntuaciones negativas y son percibidos por sus iguales como niños agresivos, hiperactivos, peleones, que violan las reglas sociales, desorganizan el grupo y entran a menudo en conflicto con el profesor.
Niños ignorados: son niños que sociométricamente se caracterizan por sus bajas puntuaciones, tanto en preferencias positivas como negativas. Reciben poco interés y atención de sus iguales, y se caracterizan – siempre desde la perspectiva de sus iguales- por su timidez.
Tienden a jugar en solitario y son menos interactivos. Son pacíficos, reservados, respetan las reglas y se implican en actividades socialmente aceptables, aunque de forma aislada.
Niños controvertidos: reciben puntuaciones extremas, tanto positivas negativas. Son el grupo más reducido, aproximadamente el 5% de los niños. Se trata de niños que se implican activamente, tanto en comportamientos antisociales como en interacciones positivas – conductas cooperativas y sociables. Se les describe como alumnos activos con destrezas intelectuales, sociabilidad y atléticos y que, al mismo tiempo, violan con facilidad las reglas establecidas. Parece que son niños que agradan a muchos de sus compañeros y también disgustan a otros tantos. Probablemente, estos niños se comportan apropiadamente dentro de su propio grupo de amigos, pero actúan de modo más agresivo y negativo con otros niños.
Los niños rechazados son considerados niños en riegos de futuros problemas de ajuste psicosocial en la adolescencia y la edad adulta. Según Rubin, LeMare y Lollis (1990) se pueden identificar al menos dos subgrupos de niños rechazados: los niños rechazados agresivos y los rechazados sumisos.
El subgrupo de niños rechazados agresivos ese el primero que fue identificado y corresponde al más numeroso. Aproximadamente, el 50% de los niños rechazados son agresivos. Aunque esta conducta se relaciona con rechazo en todas las edades. Los niños rechazados agresivos tienden a defenderse a sí mismos mediante la agresión física, no obstante, es percibido por niños de todas las edades como conducta aceptable.
El segundo subgrupo de niños rechazados se ha identificado como “niños sumisos” o “niños víctimas”. Estos niños son frecuentemente víctimas de agresiones y son fáciles de manipular. Aproximadamente el 10% de todos los niños sufren estas conductas severas del victimización por parte de los otros niños. Estos niños se han caracterizado como niños con baja autoestima en diferentes áreas, con una tendencia a aislarse, ansiosos, cautos, sensitivos y temerosos de los otros niños. Muchos de estos “niños victima” tienden a no defenderse, llegando a ser objetivos fáciles para los otros.
Los niños rechazados sumisos perciben una mayor soledad que los rechazados agresivos, así como una mayor preocupación por la humillación y el rechazo. Estos niños no son ni altamente agresivos ni disruptivos, pero carecen en modo extremo de asertividad social y, además, su integración social es mínima.
Las consecuencias del rechazo en el niño pueden ser diversas dentro de ellas se encuentra el retraimiento social que resulta ser más extraño al aumentar la edad. En ocasiones, los niños suelen retirarse del grupo y dejan de interactuar una vez que tienen conciencia de que no agradan a sus miembros.
Los dos subgrupos de niños rechazados considerados agresivos y sumisos, no agotan el conjunto de niños rechazados ni plantean de un modo exhaustivo los fenómenos que se derivan del rechazo de los iguales. Entre otros aspectos conductuales considerados en la investigación, se ha planteado que, junto a conductas interactivas negativas, un elemento clave para determinar si los iguales aceptaran o rechazaran a un niño es la manifestación de la conductas interactivas positivas pro sociales.
Es importante mencionar que aquellos niños que son rechazados suelen tener diferencias en habilidades cognitivas entre niños que no lo son. Los niños rechazados parecen más deficientes en estas habilidades y sus iguales los perciben más incapaces de aceptar bromas, puesto que interpretan la información ambigua de un modo más negativo. Parece que procesan la información de modo diferente, al expresar más respuestas agresivas, generar más soluciones ineficaces y desviadas a problemas, evaluar las consecuencias de un modo menos apropiado y ser menos hábiles en la ejecución.
Otro conjunto de variables que se han planteado como relevantes en relación al rechazo de los iguales son las características externas del niño, como su atractivo físico, posibles deficiencias, su etnia u otras características que lo hacen “diferente” y que están asociadas con expectativas negativas en relación con su competencia social.
La evidencia de la experiencia explica que el estatus social es una situación permanente de la cultura. De manera que es muy probable que los niños que son rechazados por las razones descritas anteriormente continúen siendo rechazados a lo largo de su vida, principalmente cuando cambien la composición y el contexto de interacción del grupo de iguales. En esta situación, tienen menos riesgo de problemas futuros que aquellos cuyo rechazo entre los iguales se fundamenta en su propia conducta.
Referencia: Cava, María Jesús, Musitu, Gonzalo “La potenciación de la autoestima en la escuela” Estatus social en el grupo de iguales, Editorial Paidós, Barcelona, España, 2000, Págs. 24-32