La represión, uno de los mecanismos de defensa más importantes en la conformación de las neurosis. Para Freud la represión es un proceso que destierra (envía) a lo inconsciente aquello que angustia al Yo, pero al hacer esta accion no quiere decir que lo reprimido pierda su fuerza dinámica. Es decir, aquello que esta reprimido sigue produciendo efectos sobre la psiquis del sujeto.
Este mecanismo es un derivado de la negación (mecanismo por el cual se niegan especialmente las percepciones internas o ideas intolerables que el sujeto no quiere dejar llegar a su consciencia). Por ejemplo, cuando alguien dice ‘No sé a quién puede representar esa persona de mi sueño; seguramente a mi madre no’, quiere decir ‘sé que es mi madre, pero todavía estoy en condiciones de negarlo’.
El psicoanálisis atribuye gran importancia a este mecanismo, al que considera como el mecanismo de ajuste psicológico que relega a lo inconsciente todo impulso no aceptable para el Superyó.
Lo reprimido, aunque no pueda ser consciente, no pierde con este proceso su energía, sino que continúa haciendo sentir su influencia sobre el sujeto desde lo inconsciente y provocando un conflicto cuando una situación presente se vincula con lo reprimido. Por ejemplo, sentir una gran pena ante la muerte de una mascota y no haberla experimentado ante la pérdida de su madre.
El descubrimiento del concepto de represión significó un gran avance para el psicoanálisis y el estudio de las neurosis. A partir de entonces se entendió que los síntomas aparecían en el lugar de los impulsos anímicos reprimidos; de este modo, la represión los convertía en patógenos. Es por ello que el objetivo de la terapia analítica apuntaba a hacer consciente lo inconsciente.
La doctrina del inconsciente
Freud se dedicó a la investigación de la represión. En la misma descubrió que los procesos inconscientes y preconscientes tenían una enorme importancia para la actividad psíquica.
El caso Juanito
La represión es el concepto a partir del cual se extrae el inconsciente. Con la represión o censura se produce el divorcio entre el afecto y su representación.
Un ejemplo de esto es el famoso caso clínico de Freud: Juanito, un niño afectado por una fobia a los caballos. La angustia del niño sobreviene ante la presencia de dicho animal. Uno puede preguntarse por qué este chico de 5 años siente esta angustia desmedida frente al caballo, un animal aparentemente inofensivo y a su vez, amado por muchos niños. Es incomprensible si no se tiene en cuenta el origen inconsciente del trauma. Es que la representación (padre) se ha divorciado del afecto (angustia), y su antigua angustia frente al padre, queda desligada por obra de la represión; y este afecto se enlaza con una representación sustitutiva: el caballo. De este modo, la figura del padre, angustiante para el niño, se desplaza al nivel inconsciente; y no accede a la conciencia, queda reprimida. Y la angustia, ahora, sólo aparece enlazada con una representación que llamaremos “sustitutiva”, es decir, que sustituye a la representación original (padre). El origen de la fobia del niño se encuentra en el nivel inconsciente.
Los dos sentidos de la represión
La represión debe entenderse en sus dos sentidos:
- Como el mecanismo que mantiene alejadas de la conciencia aquellas huellas que se produjeron antes de que el niño tuviese lenguaje.
- Como mecanismo de defensa que mantiene fuera de la conciencia, olvidados, aquellos materiales psíquicos que producirían dolor, angustia, displacer al ser recordados.
Referencia: Recalde, María Mercedes “Psicología” 3a edición. Ediciones del Aula Taller. Buenos Aires, Argentina. 2013. Pág. 73