Aspectos Neurológicos del sindrome de Asperger

Sinopsis:

El síndrome de Asperger (SA) fue descrito en 1944 por el pediatra vienés Hans Asperger [1]. Casi coincidió cronológicamente con la descripción del autismo llevada a cabo por Leo Kanner un año antes[2]. Su interés quedó muy relegado hasta que Lorna Wing utilizó el término SA en un trabajo publicado en 1981 [3]. A partir de entonces, se ha ido desvelando la importancia de este trastorno, tanto por su elevada prevalencia, como por la repercusión social que comporta en las personas que lo padecen. Tanto las descripciones de Asperger como de Kanner se centran en aspectos muy peculiares de la conducta infantil.

Ambos autores hicieron referencia a pacientes con alteraciones en el comportamiento social, el lenguaje y las habilidades cognitivas. A pesar de que posiblemente Asperger no conocía el trabajo de Kanner, publicado con el título de: ‘Alteraciones autísticas del contacto afectivo’, utilizó el término de: ‘Psicopatía autística’. De este modo, ambos autores destacaban el aislamiento que manifestaban sus pacientes.

La diferencia más notable entre los niños Asperger y los niños Kanner era el lenguaje, más conservado en los primeros. Asperger no sólo se preocupó de los aspectos de sus pacientes, sino que una colaboradora suya, la hermana Viktorine, había desarrollado en su hospital un ambicioso programa de rehabilitación, basado en la terapia del lenguaje, la representación teatral y la educación física.

Desgraciadamente, la guerra terminó con la vida de la hermana, y las bombas aliadas destruyeron el hospital. A pesar de ello Asperger continuó trabajando como pediatra hasta fallecer en 1980, poco antes de que su trabajo fuera aceptado por la comunidad médica internacional. Tras la recuperación de las descripciones originales, Lorna Wing resumió las características de los niños descritos por Asperger. A partir de 1990 en el DSMIII, y cuatro años más tarde en el DSMIV [5], el SA está incluido, al igual que el trastorno autístico de Kanner, dentro de la categoría de trastornos generalizados del desarrollo. La conducta del niño con SA es coherente con la percepción que él tiene de la realidad. Si se llega a comprender cómo detecta y procesa la
información, se entenderá la lógica de sus actos, vistos como inusuales o extravagantes por los demás. El enigma del SA reside, por lo tanto, en la estructura cognitiva que subyace. Se conoce bastante al respecto, pero todavía falta mucho para llegar a una compresión definitiva del trastorno. Por ahora se han identificado
aspectos muy interesantes del fenotipo cognitivo y conductual del SA, sin embargo no existe un acuerdo sobre cuál debe ser, si es que existe, el fallo nuclear que ha causado una disrupción tan importante de la forma de ver el mundo.