¿Qué es el Síndrome de Asperger dentro del espectro autista?

En el intrincado universo del neurodesarrollo, el Trastorno del Espectro Autista (TEA) se presenta como una constelación de características diversas que influyen en la forma en que una persona interactúa con el mundo, se comunica y procesa la información. Dentro de este amplio espectro, el Síndrome de Asperger alguna vez fue reconocido como una condición diferenciada, caracterizada por patrones únicos de fortalezas y desafíos. Comprender qué fue el Síndrome de Asperger y cómo se sitúa actualmente dentro del TEA es crucial para fomentar la inclusión, el apoyo adecuado y una visión más precisa de la neurodiversidad.

Un vistazo histórico: Los pioneros Kanner y Asperger

La historia del estudio del autismo se entrelaza con las observaciones de dos figuras clave de la psiquiatría infantil de la década de 1940: Leo Kanner y Hans Asperger. En 1943, Kanner describió un grupo de niños que compartían una «incapacidad para relacionarse normalmente, desde un principio, con personas y situaciones», junto con alteraciones en el lenguaje como vehículo de comunicación social y una insistencia obsesiva en la invarianza ambiental. Este trabajo seminal sentó las bases para la definición del autismo infantil.

Unos meses después, en 1944, Hans Asperger, pediatra y psiquiatra, identificó de forma independiente a otro grupo de niños con características similares, aunque con diferencias notables. Asperger observó niños que mostraban dificultades en la comprensión de las normas sociales no escritas, problemas con la comunicación no verbal y movimientos estereotipados, pero que a menudo poseían un lenguaje formal intacto e incluso intereses intensos y especializados, a veces acompañados de una notable capacidad de memoria. Su trabajo, publicado en alemán, permaneció en gran medida desconocido para la comunidad científica internacional hasta su traducción al inglés varias décadas después.

Características distintivas del Síndrome de Asperger (antes del DSM-5)

Antes de la publicación de la quinta edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), el Síndrome de Asperger se consideraba un subtipo dentro de los Trastornos Generalizados del Desarrollo (TGD). Se distinguía del autismo clásico principalmente por la ausencia de un retraso significativo en el desarrollo del lenguaje y, a menudo, por un coeficiente intelectual promedio o superior a la media. Algunas de las características que definían el Síndrome de Asperger incluían:

  • Habilidades lingüísticas relativamente preservadas: Los individuos con Asperger generalmente adquirían el lenguaje en los tiempos esperados, aunque su uso podría ser peculiar, centrado en sus intereses específicos o con dificultades pragmáticas.
  • Desafíos en la interacción social: Similar al autismo, existían dificultades significativas para comprender las señales sociales, las emociones ajenas y las normas de la interacción social, lo que podía llevar a relaciones sociales torpes o limitadas.
  • Intereses intensos y restringidos: Una característica común era la presencia de intereses muy focalizados y a menudo inusuales, que podían consumir gran parte del tiempo y la atención del individuo.
  • Patrones de comportamiento repetitivos: Aunque quizás menos evidentes que en el autismo clásico, podían existir comportamientos repetitivos o rituales, así como una fuerte preferencia por la rutina.
  • Dificultades con la comunicación no verbal: Interpretar y utilizar el lenguaje corporal, las expresiones faciales y el contacto visual podía ser un desafío.
  • Hipersensibilidad sensorial: Al igual que en otras formas de TEA, la sensibilidad aumentada o disminuida a estímulos sensoriales como sonidos, luces o texturas era frecuente.
  • Posible torpeza motora: Algunos individuos con Asperger podían presentar dificultades en la coordinación motora.

Es importante destacar que, incluso antes del DSM-5, se reconocía una considerable variabilidad entre las personas diagnosticadas con Síndrome de Asperger.

La transición al DSM-5: El Síndrome de Asperger dentro del TEA

En 2013, con la publicación del DSM-5, se produjo un cambio significativo en la clasificación de los trastornos del espectro autista. La categoría de «Trastornos Generalizados del Desarrollo» desapareció, y el Síndrome de Asperger, el autismo infantil (o autismo de Kanner), el trastorno desintegrativo infantil y el trastorno generalizado del desarrollo no especificado (TGD-NE) se subsumieron bajo un único diagnóstico general: Trastorno del Espectro Autista (TEA).

Esta modificación se basó en la creciente evidencia de que estas condiciones comparten déficits fundamentales en la comunicación e interacción social y patrones restrictivos y repetitivos de comportamiento, intereses o actividades, aunque se manifiesten de manera diferente en cada individuo. La decisión de eliminar las subcategorías buscaba reflejar mejor la naturaleza continua y dimensional del autismo, donde la presentación de los síntomas varía ampliamente en severidad y combinación.

Actualmente, el diagnóstico de TEA se realiza en función de la presencia de estos dos grupos de síntomas centrales, especificando la gravedad de los déficits en cada área y considerando la historia del desarrollo del individuo. Aquellas personas que anteriormente habrían sido diagnosticadas con Síndrome de Asperger ahora recibirían un diagnóstico de TEA, con una descripción de su perfil de fortalezas y desafíos, incluyendo sus habilidades lingüísticas relativamente intactas y la posible presencia de intereses intensos.

El legado del término «Asperger» y el «autismo de alto funcionamiento»

A pesar de la reclasificación en el DSM-5, el término «Síndrome de Asperger» sigue siendo utilizado en el lenguaje común y por muchas personas que recibieron este diagnóstico previamente. Para algunos, representa una parte importante de su identidad y una forma de conectar con una comunidad que comparte experiencias similares.

El concepto de «autismo de alto funcionamiento» (AAF) a menudo se superpone con lo que históricamente se conoció como Síndrome de Asperger. Generalmente, se refiere a personas con TEA que no presentan discapacidad intelectual significativa y que tienen habilidades de lenguaje comunicativo funcionales. Sin embargo, es importante reconocer que la etiqueta de «alto funcionamiento» no implica una ausencia de desafíos. Las personas en este extremo del espectro pueden enfrentar dificultades significativas en las interacciones sociales sutiles, la comprensión de las emociones complejas y la gestión de las demandas del mundo social.

Conclusión: Abrazando la diversidad dentro del espectro

La evolución de la comprensión del autismo, desde las descripciones iniciales de Kanner y Asperger hasta la concepción actual del TEA como un espectro continuo, refleja un avance en nuestro conocimiento sobre la neurodiversidad. Si bien el Síndrome de Asperger ya no es una categoría diagnóstica separada, reconocer sus características históricas nos permite apreciar la amplia gama de perfiles dentro del TEA. Comprender que las personas con un perfil que anteriormente se etiquetaría como Asperger comparten los criterios diagnósticos centrales del TEA, al tiempo que poseen sus propias fortalezas y desafíos particulares, es fundamental para proporcionar un apoyo individualizado, fomentar la inclusión y celebrar la riqueza de la neurodiversidad en nuestra sociedad.