El autismo como síndrome

El síndrome autista fue descrito por Leo Kanner en el año 1943 y a partir de ese momento ha llamado la atención el porcentaje de niños cuyas características difieren, de forma tan marcada y única, a tal punto que cada caso requiere una atención diferente.

Kanner en su primer articulo publicado describía once casos (8 niños y 3 niñas) que, con independencia de sus diferencias interindividuales, presentaban una “serie de características esenciales comunes “concretándose la alteración patognomónica fundamental en la “incapacidad relacionarse normalmente, desde un principio, con personas y situaciones”.

El autismo como síndrome

Aparte de la dificultad para establecer relaciones interpersonales y con el mundo externo en general, Kanner da una relevancia especial a las alteraciones del lenguaje. De los 11 niños que constituyen esta muestra inicial, 8 desarrollaron un lenguaje hablado, pero sin carácter comunicativo en ningún caso y caracterizado por su carácter memorístico y repetitivo. La ecolalia inmediata, pero sobre todo demorada, parece muy presente. También es notable la dificultad para generalizar más allá de la situación concreta de aprendizaje inicial y utilización inadecuada con una importante tendencia a la literalidad de las palabras. En cambio, la articulación y la fonética parecen muy conservadas.

Un tercer síntoma fundamental del trastorno autista aparece en este articulo inicial: “un deseo ansioso y obsesivo para  mantener la invariabilidad”. Para Kanner, este rasgo se expresa en múltiples conductas de estos once casos: en sus actividades que son “repeticiones monótonas”; o en la desesperación que puede provocar en el niño cualquier cambio de rutina, secuencia de acciones, situación del mobiliario u objeto roto o incompleto. El autor interpretar también como una consecuencia de este deseo de invariabilidad, el abanico restringido de actividades espontáneas.

Kanner también hace algún comentario acerca del nivel cognitivo de estos niños y manifiesta ciertos rasgos de inteligencia, como su excelente memoria mecánica o su buen rendimiento en el tablero de formas de seguin.

La descripción de estos 11 casos termina con una referencia a los padres. Kanner dice a los padres que todos son extremadamente inteligentes, que la mayoría de ellos realizaron estudios universitarios y que las profesiones liberales abundan entre ellos. Y añade que en una alta proporción se trata de personas poco afectuosas, más interesadas en temas científicos o artísticos que en la propia gente. Para el autor, lo importante es valorar en que medida esta forma de ser los padres han podido influir en las anomalías de los hijos, pero concluye diciendo que el hecho de que el inicio de las alteraciones sea tan precoz, parece descartar una atribución exclusiva a este factor.

Por ultimo, Kanner supuso que la primera descripción formal del trastorno autista y su elevación a la categoría de Síndrome que se describen en su estudio no son los primeros casos con este tipo de alteración. Puesto que anteriormente al año 1943 existieron distintos relatos referidos a niños con comportamientos anormales que, por su características, hacen albergar pocas dudas acerca de su autismo. Los artículos más conocidos son los del niño salvaje de Aveyron y el de Kaspar Hauser, pero existen referencias de muchos otros, como los niños lobos de Hesse o los niños de Lituania. Por tal motivo se cree que siempre han existido niños y niñas con autismo, y que el mérito de Kanner consistió en percibir unas características psicopatológicas comunes en una serie de sujetos con trastornos muy diversos y en entender que podían constituir un síndrome conductual no descrito hasta entonces.

Referencia: Francese Cuxart. “El Autismo- aspectos descriptivos y terapéuticos”. Editorial Aljibe. Málaga, España. 2000. Pág. 12