Los niños con autismo muestran grados diversos de deterioro e incapacidad. Sin embargo, existe un cuadro clínico del autismo que se muestra como un indicador típico y fundamental en las primeras etapas de la vida del niño que a continuación desarrollare:
Un déficit social
Generalmente, los niños autistas no tienen necesidad de afecto o de contacto social, y ni siquiera parecen saber quiénes son sus padres. Sin embargo, algunos estudios han cuestionado la perspectiva tradicional de que estos niños sean emocionalmente planos. Tales estudios han demostrado que sí expresan emociones, y no deberían ser considerados como carentes de reacciones emocionales. Por el contrario, en un estudio realizado por Sigman en el año 1996 logró interpretar la aparente incapacidad de los niños autistas para responder a los demás, como una incapacidad de comprensión social, que se traduce a una dificultad para atender a las claves sociales que emiten los demás. Es como si el niño autista tuviera una “ceguera mental”, una incapacidad para “ver” las cosas como las ven los demás. Por ejemplo, un niño autista parece tener una capacidad muy limitada para comprender dónde está señalando otra persona. Además, muestra déficits de atención y dificultades para localizar y orientarse hacia los sonidos de su entorno.
Ausencia de habla
Los niños autistas suelen tener dificultades para imitar y por lo tanto para aprender de esta manera. Esta incapacidad podría explicar su característica ausencia del lenguaje hablado. Pero cuando utilizan el lenguaje, nunca lo hacen para comunicarse, excepto de manera muy rudimentaria, como decir “sí” a una pregunta, o mediante ecolalia, una repetición mecánica de una o dos palabras. Esta ecolalia persistente se puede encontrar en el setenta y cinco por ciento de los niños autistas.
Auto-estimulación
Se trata de otra característica muy frecuente de los niños autistas. Suele adoptar la forma de movimientos repetitivos como hacer oscilar la cabeza, dar vueltas sobre sí mismo, y mecerse, que pueden durar horas.
Los niños autistas parecen organizar activamente su entorno según sus propios intereses, en un esfuerzo de eliminar o reducir la variedad y la intervención de los demás, y prefieren una rutina solitaria. Suelen tener aversión a los estímulos auditivos, y llegan a llorar incluso ante la voz de sus padres. Sin embargo, no se trata de una pauta absolutamente coherente, ya que si en un momento dado pueden mostrarse gravemente perturbados por el menor sonido, al momento siguiente llegan a ignorar por completo los más fuertes ruidos.
Capacidad intelectual
En comparación con otros grupos de niños, los autistas suelen mostrar un importante deterioro, por ejemplo en tareas de memoria. También tienen dificultades especiales para representar estados mentales. El deterioro cognitivo de los niños autistas les provoca un mayor quebranto adaptativo que a los niños que tienen retraso mental pero no autismo.
Algunos niños autistas son especialmente diestros en tareas que requieren juntar objetos; por esa razón hacen especialmente bien los rompecabezas. Sin embargo, incluso cuando se trata de manipular objetos es posible observar dificultades con el significado. Por ejemplo, cuando tienen que ordenar una serie de dibujos para formar una historia, lo hacen especialmente mal. De hecho, los adolescentes autistas, incluso quienes funcionan relativamente bien, tienen dificultades con tareas simbólicas como la pantomima, que requiere que imiten una serie de tareas motrices (por ejemplo, planchar) con objetos imaginarios, pese al hecho de que son perfectamente capaces de realizar esa tarea con un objeto real.
Mantenimiento de la rutina
Muchos niños autistas establecen un fuerte apego con objetos poco usuales, como puede ser una piedra, el interruptor de la luz, los negativos de películas, o las llaves. En algunos casos el objeto es tan grande o estrafalario, que el hecho de transportarlo interfiere con otras actividades. Cuando esta obsesión con el objeto se ve obstaculizada. Por ejemplo, cuando se intenta sustituirlo por otro más manejabl, o cuando a una circunstancia del entorno familiar se modifica aunque sea ligeramente, puede ocurrir que estos niños tengan una violenta rabieta o un ataque de llanto, que no cesará hasta que se restaure la situación usual.
En resumen, los niños autistas suelen tener dificultades en su relación con otras personas, en el funcionamiento perceptivo y cognitivo, en el desarrollo del lenguaje, y en el desarrollo de su sentimiento de identidad. También suelen realizar actividades extrañas y repetitivas, sienten fascinación por objetos poco usuales, y muestran una necesidad obsesiva de mantener la rutina en su entorno. A veces eso supone demasiados obstáculos. Casi dos tercios de pacientes autistas dependen de otros adultos para su supervivencia.
Referencia: James N. Butcher; Susan Mineka; Jill M. Hooley. “Psicología clínica” 12.a edición. Editorial Pearson Educación, S.A., Madrid, 2007. Pág. 540