Primeros tratamientos para niños autistas

El aspecto del tratamiento para niños autistas fue también un campo activo. Más allá de todos los estudios etiopatógenos y de sus teorizaciones, así como de las clasificaciones y reclasificaciones propuestas, existía una inminente realidad: la gran cantidad de autistas que en esa época existían (entre 4 a 5 niños autistas por cada 10 000 nacidos vivos). Estos niños y sus familias merecían y exigían respuestas terapéuticas concretas.

A raíz de esto, fueron diversas las propuestas de modelos terapéuticos, los cuales se encontraban fundamentados en diversas teorías psicológicas y pedagógicas de la época, la mayoría de ellas influenciadas por las distintas hipótesis etiológicas. Cualquiera que fuere la orientación epistemológica que sustentara cada uno de los modelos terapéuticos, la propuesta común a todos ellos era la inclusión de los padres, en mayor o menor medida, en el tratamiento de sus hijos.

Primeros tratamientos para niños autistas

Los padres de los niños autistas se encontraban limitados en cuanto a generar y mantener cambios benéficos en su hijo discapacitado. Estas mismas limitaciones las manifestaban en cuanto a la capacidad de proveer para ellos mismos, su hijo autista, y sus otros hijos, un estilo de vida estable, satisfactorio y relativamente libre de estresantes generados por la dificultad de contar con atención y apoyo adecuados. En respuesta a esta problemática se desarrollaron programas de entrenamiento para padres cuyo objetivo principal era lograr que fueran eficaces en la resolución de sus problemas. También surgieron  estos entrenamientos como resultado de observaciones en cuanto a que la ayuda de los padres en el tratamiento del niño autista era indispensable y benéfico tanto para el niño, para los terapeutas y para los padres.

A pesar de que se empleaban diferentes nombres para los programas, la mayoría se basaba en principios de modificación de la conducta. Abordajes terapéuticos como la Terapia de Intercambio Social, la Terapia del Desarrollo, Enfoque Basado en el Hogar, programa TEACCH de Carolina del Norte y Programa del Desarrollo del Lenguaje. Cada uno de ellos contaba con características propias, aunque también tenían algunas en común como las siguientes:

  1. La evaluación completa se realizaba en torno a las habilidades y deficiencias del niño.
  2. Las percepciones de los padres en cuanto al niño se determinaban mediante entrevistas, cuestionarios y observaciones directas.
  3. Se entrenaba a los padres con métodos diversos: por medio de la observación directa de los profesionales que aplicaban las técnicas, a través de la participación en el proceso de entrenamiento, y por medio de visitas semanales de monitoreo.
  4. La mayoría de estos programas entrenaban a los padres en sesiones diarias, centrando su atención en la disminución de las conductas inapropiadas y en el desarrollo de ciertas habilidades.
  5. Todos estos programas incluían en mayor o menor medida terapia de lenguaje, musicoterapia, equinoterapia, terapia física, terapia ocupacional, terapia de integración sensorial, terapia cognitiva y terapia de juego.

El enfoque psicoterapéutico con orientación psicoanalítica también fue de elección, en vista de que se reconocía que tanto los niños psicóticos y autistas, como sus padres y hermanos, requerían intervención emocional. Estos autores argumentaban que fuera la etiología que fuera, el niño se desarrollaba dentro de un ambiente familiar, y que para esforzarse en ayudar al niño psicótico/autista a superar los problemas evolutivos de la etiología, era necesario trabajar dentro de la unidad familiar. Dado que el trastorno del comportamiento surgía en el contexto familiar, era indispensable que los padres, junto con el niño, estuvieran implicados psicoterapéuticamente. Además del trabajo con el niño y sus padres incluidos dentro de la sesión terapéutica, también se realizaron abordajes psicoterapéuticos psicoanalíticos exclusivamente con el niño, y se agregaron sesiones de orientación de manejo con los padres. Estos abordajes terapéuticos tenían en común la teoría del juego y su importante papel dentro del desarrollo. La teoría del juego, que sustentaba el abordaje psicoanalítico infantil, fue adaptada en cuanto al manejo técnico, para niños con alteraciones severas en su desarrollo.

También se intentaron tratamientos inespecíficos con fármacos, cuyo objetivo era aliviar los síntomas sin tener en cuenta los factores etiológicos de base en esta patología. Al no existir mecanismos etiológicos claros para el síndrome, los intentos por encontrar alivio se realizaron por ensayo y error, sin que existieran estudios válidos doble ciego que los fundamentaran. Los fármacos comúnmente empleados en pacientes autistas fueron: fenotiazinas, tioxantenos, tricíclicos, anfetaminas, alcaloides, antihistamínicos, iones, butirofenonas y fenfluramina. A pesar de todos los estudios realizados, ningún fármaco demostró ser el adecuado para el autismo, por lo tanto, los investigadores concluyeron que la medicación necesariamente debía ser individualizada al menos por el momento.

Principios del tratamiento

Como la principal afección del niño es la relación social y afectiva con los otros, este debería siempre ser el punto relevante para trabajar con niños autistas, de manera que el tratamiento abarca desde el apoyo a los adultos en su relación con su hijo o bebé, hasta un tratamiento psicoterapéutico de manera individualizada, en edades posteriores a 2 años de edad.

El papel más importante lo hacen los padres, hermanos y demás familiares ya que el proceso terapéutico es bueno pero las relaciones afectivas que reciba el niño harán que su conducta mejore en el proceso de desarrollo del niño.
Cuando el niño autista se siente comprendido y vive en una atmósfera de afecto puede ver su realidad de manera diferente, ya que no pone barreras ni se encierra en su mundo, más bien puede hacer una invitación a que nos involucremos en su mundo en la medida en que adquiere confianza de familiares y psicoterapeutas.

Por lo tanto, el psicoterapeuta debe de mantenerse en contacto constante con el niño, quien le ayudara a la familia a conocer la psicopatología del autismo y podrá indicar como iniciar una fase de acercamiento al pequeño para establecer una nueva intercomunicación, lo que hay que conseguir sin perjudicar indirectamente la evolución normal de los demás hijos presentes.

Para mí, un niño autista es solamente alguien que pide a gritos afecto, si, solamente busca una relación afectiva pero lamentablemente en miles de casos este afecto es tan distante, por la vergüenza de los padres de tener un niño autista.
Si hay algo que he logrado entender en mi experiencia es que existen niños autistas que tienen el sentido del oído muy sensible, de manera que pueden escuchar muy bien a larga distancia. Si el niño autista puede escuchar muy bien todo lo que se dice de él a larga distancia, por lo tanto afectara de manera positiva o negativa todo aquello que digamos de él. Si como padres vemos al niño autista como una carga él lo sabrá y lo sentirá.

Un niño autista tiene una capacidad extraordinaria en uno de sus cinco sentidos y si es el del oído aun es más sensible porque al sentirse un “estorbo” prefiere inhibirse en su mundo y no salir de él.

Por lo regular cuando un niño autista “crea un mundo” trata de explicar que las cosas no están bien, trata de decir que en donde él esta no recibe afecto y por lo mismo prefiere crear un mundo donde si lo reciba.

Los psicofármacos pueden ayudar, pero más que un psicofármaco un niño autista y como todo niño, lo único que necesita es afecto.

Referencia: Campos Paredes, Carolina. “Trastornos del espectro autista” Editorial El Manual Moderno. México. 2007.Pág 18.