Una persona resiliente es alguien que tiene la capacidad de afrontar las situaciones conflictivas y convertirlas en aprendizaje.
En física, la resiliencia es la capacidad de un material de resistir un choque inesperado sin destrozarse, es la resistencia que un material ofrece a la acción dinámica y mide la elasticidad. Del latín resiliens, resilire, rebotar, re-salire, saltar atrás.
En psicología, la resiliencia se refiere a la fuerza humana, más bien a la fortaleza, de reaccionar al evento traumático. De manera que, resiliente es quien sabe soportar el dolor sin lamentarse, quien sabe soportar las dificultades sin desesperarse, quien tiene el valor de tomar un camino que sabe que es tortuoso. Y por eso consigue completar todo lo que emprende. Resiliente es quien ama la vida y cultiva una virtud que disminuye los temores de muerte. La resiliencia se defiende de la auto-compasión y permite arriesgarse, recuerda que estamos expuestos al peligro en cuanto mortales y al mismo tiempo nos hace enfrentar lo que nos impide vencer con audacia sabia. La resiliencia hace comprender el significado del dicho aristotélico “quien no conoce su propio limite, teme el destino”.
¿Cómo es una persona resiliente?
La resiliencia es tanto hacer cuentas con la propia impotencia como vencer los temores del mañana. Sólo quien es capaz de soportar es más fuerte que la cadena que lo ata. Los sobrevivientes de los campos de concentración o los prófugos de largos años de prisión injusta, como Nelson Mandela, han demostrado que la libertad es algo interno que ningún alambre de púas puede encarcelar. Estos han dado prueba de coraje, han desenfundado, cuando ha sido necesario, la agresividad y han mostrado la capacidad de resistir, sin violencia o deseo de poder, en las condiciones de máxima impotencia: ésta es la manifestación de máxima fortaleza.
La resiliencia pone en orden las perlas de las experiencias de alegría y de dolor con un hilo de correlación de significados que hace plausibles las interpretaciones positivas y reestructura las experiencias negativas.
Quien es resiliente soporta porque orienta en el ámbito de la propia iniciativa eso que está obligado a sufrir: malformaciones genéticas, salud inestable, amores perdidos, blancos fallidos, la muerte de la persona querida. Para aceptar el propio límite se necesita una fuerza generadora de recursos, de un sentido de justicia que defienda la realización del bien y despeje el camino hacia algo perseguible. Se necesita una virtud que lleva a perseverar, a persistir en las dificultades, a tener paciencia, a manifestar valor en la vida de todos los días.
Es la capacidad de aceptar las heridas en la lucha por la realización de llegar a ser sí mismo que requiere discernimiento y sabiduría para no ser confundido con impulso ciego, irresponsabilidad e inconsciencia.