Una de las situaciones que considero difíciles en la vida es acompañar a alguien que sufre un duelo. Aceptar acompañar a una familia durante su proceso de elaboración del duelo implica ya de entrada establecer un vínculo consistente con ella, y hacerlo crea un compromiso que ata.
Nada vuelve a ser igual que antes, después del fallecimiento de un ser querido: el dolor poco a poco se transforma en aceptación y la familia continúa su camino en un mundo en el que la persona fallecida ya no estará, pero en este otras personas, otros lugares, otras situaciones le recordarán siempre a su ser querido. En pocas palabras, un ser querido tiene la capacidad de crear un lazo afectivo muy fuerte.
La presencia humana en estos momentos contribuye a reforzar la creencia de que aunque la apariencia del mundo es de egoísmo y desapego, la realidad es que siempre hay quien se atreve acompañar en el sufrimiento del otro.
¿Qué significa acompañar?
Para mi acompañar es:
- Aceptar la expresión emocional del otro en toda su intensidad, ya sea en forma airada o en sus silencios más profundos y tenebrosos. No hay peor cosa que acompañar a alguien en su dolor de manera silenciosa. En ocasiones es lo mejor, porque las palabras nunca bastaran para llenar el vacío que el ser querido ha dejado.
- Comprender lo que está sufriendo sin juzgar ni la intensidad ni la calidad del sufrimiento. Es aquí cuando empezamos a ser mejor personas.
- Compartir su dolor porque nos hace conectar con nuestros propios duelos.
- Servir de apoyo sin esperar de ello un tributo.
- Mostrar confianza en la capacidad de superación que tiene cada uno de los familiares.
- Acompañar a la familia en su proceso de duelo
- Mantener la serenidad ante las transformaciones que los miembros de la familia han de sufrir para poder acomodarse a un mundo sin la persona fallecida.
- Manifestar cordura cuando todo parece haber enloquecido y el dolor se hace insoportable.
- Respetar las creencias de la familia, sus mitos y valores desde el convencimiento profundo de que les son propios aunque no lleguemos a compartirlos.
- Mostrar compasión que no es otra cosa más que soportar una parte de la carga sabiendo que el mayor fardo lo llevan ellos.
- Acompañar desinteresadamente a la persona a la que se compadece, que muchas veces dista bastante de ser una compañía placentera y no va a poder correspondernos, es un ejercicio práctico de compasión.
Al acompañar a alguien en un proceso de duelo, le estamos transmitiendo el siguiente mensaje aunque no se digan palabras:
“Tú me importas, eres alguien para mí y yo te aprecio y te respeto”, de este modo nos amamos y nos respetamos, porque somos capaces de hacerlo con los otros y de ponernos en su lugar aun cuando podríamos no hacerlo y evitar así exponernos al sufrimiento ajeno.
en situaciones de duelo, el silencio es mejor que mil palabras dichas”
Referencia:
- Punset, e. “el viaje a la felicidad” ed. destino. barcelona 2005.
- Worden, j.w. “el tratamiento del duelo: asesoramiento psicológico y terapia” p. 23 cap.1. paidos. barcelona 1997.
- Musitu, g. y allartt, p. “psicología de la familia” cap. ii. albatros. valencia 1994.
- Nicolás, l de. “estrés en la familia” cap. 5 en “el malestar en la familia” centro de estudios r.a.
- Espina, a. “abordaje ecosistémico de las crisis” en w. astudillo, c. arrieta., c. mendinueta e i. vega de seoane “la familia en la terminali-