Los niños con desorden de estrés postraumático han tenido lugar a lo largo de un periodo de tiempo, pueden recordar los acontecimientos como una serie de “imágenes” más que en forma de narración. Así, los problemas más comunes en la conducta de niños que han sufrido el abuso sexual coinciden con un diagnóstico de DEPT (desorden de estrés postraumático).
Desorden de estrés postraumático en niños
Los criterios diagnósticos para el DEPT son los siguientes:
Alteraciones de la conciencia:
- Amnesia sobre sucesos traumáticos.
- Episodios disociativos transitorios (con frecuencia, advertidos en la escuela).
- Experiencias aliviadoras (con niños, suele suceder durante el juego).
Alteraciones de los mecanismos para sobrellevar el abuso:
- Preocupación suicida (aun en niños de seis años).
- Lesiones a sí mismos (en los niños pequeños, esta conducta puede incluir rasguños en la piel hasta llegar al sangrado).
- Enojo explosivo o extremadamente inhibido (pueden alternarse).
Alteraciones de la percepción de sí:
- Sensación de impotencia (en los niños, puede verse como desesperanza).
- Vergüenza, culpa y autoacusación.
- Sensación de deshonra o estigmatización.
- Sensación de completa diferencia con los demás.
Alteración de la percepción del perpetrador (o los perpetradores):
- Preocupación por la relación con el perpetrador.
- Atribución no realista de poder total al perpetrador (en los niños, esta característica se subraya cuando los adultos poderosos no les creen).
- Idealización o gratitud paradójica (si el perpetrador es, además, el principal cuidador de un niño, esta idealización en habitual).
- Sensación de relación especial o sobrenatural (con frecuencia, el perpetrador dice al niño que él “lo ve todo”).
- Aceptación de sistemas de creencias/racionalizaciones.
Alteraciones en las relaciones con otros:
- Aislamiento y retraimiento.
- Búsqueda repetitiva de un salvador (en los niños, esta característica se ve muchas veces en el juego).
- Desconfianza persistente.
- Ausencia repetida de autoprotección.
- Conducta excesivamente controladora.
Hoy en día numerosos profesionales de la salud mental (psicólogos) también han observado este amplio espectro de síntomas. Los síntomas descritos anteriormente se centran en niños que han sufrido de abuso físico y/o sexual prolongado en la primera infancia por parte de abusadores que se encuentran íntimamente involucrados en la vida familiar de su víctima
De esta lista de síntomas, se verá que los niños que sufren de desorden de estrés postraumático se tornan más vulnerables dentro de su situación inmediata de abuso y también dentro de la sociedad. Por ejemplo, pueden sufrir amnesia respecto de los sucesos más traumáticos sufridos por ellos; y es posible que no recuerden estos sucesos sino hasta muchos años más tarde y que, en ocasiones, sólo lo hagan como retrospectivas que no encajan en una narración continúa.
Dichos niños pueden padecer episodios disociativos transitorios en la escuela. Si se los nota, estos episodios pueden describirse como “oníricos”, y es posible que el niño sea castigado o que no se le preste atención.
El aprendizaje, por cierto, será imposible durante estos episodios. El niño podría ser considerado como “raro” por los demás niños o por los maestros y convertirse en el blanco de las críticas.
Abuso sexual infantil
En cierta ocasión, se me solicitó que viera a una niña de seis años que tenía lesiones en las piernas causadas por el choque con un autobús. La madre manifestó que sostenía la mano de la niña cuando pareció arrojarse, de forma deliberada, delante del vehículo que se aproximaba.
Mientras la niña aún se encontraba en el hospital, realizó algunos dibujos. Se pintó de negro, en su casa, mirando hacia afuera a “una bruja negra en un agujero negro” del jardín. Ella afirmó que la bruja negra estaba sola y asustada. Ésta fue la primera de una serie de dibujos que hizo conmigo.
Su madre ya consideraba la idea de la separación de su marido, un abusador físico. Ella me dijo que su esposo llamaba “bruja” a la niña. La pequeña no tardó en describir el abuso sexual de su padre, que debe haber sucedido durante varios años.
Esta niña también sufría de vergüenza, culpa y autoacusación extremas, exacerbadas por el hecho de que su padre le decía, de continuo que era su culpa, porque su conducta “de bruja” era muy provocativa. Ella también se dibujó con un “agujero negro” entre la piernas y todo el tiempo se definía con las palabras del padre.
Jamás quedó absolutamente claro si esta niña había tratado de arrojarse bajo el vehículo. Nunca trajo el tema a terapia, y es posible que su madre, quien también vivía con su propio trauma, pueda haber leído de manera incorrecta las acciones de la niña o proyectar sus propios sentimientos en la niña. Sin embargo, esta pequeña también se lastimaba al comerse las uñas hasta la carne, y sus maestras habían notado que, a veces, se golpeaba la cabeza de continuo contra la pared.
Había vivido con el abuso físico y sexual desde que tenía uso de razón, y se había adaptado a él lo suficiente para mantenerlo oculto durante varios años. Es esta combinación de sufrir los efectos del “DEPT complejo” y el síndrome de adaptación lo que incrementa aún más la vulnerabilidad de un niño abusado.
Así es como cientos de niños sufren de desorden de estrés postraumático y en la mayoría de casos los adultos no tienen ni la mínima idea de lo que le acontece al niño. Espero que luego de leer estos síntomas y criterios diagnósticos, se tenga una noción más clara respecto a esta psicopatología y que como padres, educadores y terapeutas puedan darle la importancia necesaria y brindar el tratamiento adecuado al niño.
Referencia: Bannister, Anne “Terapias creativas con niños traumatizados” – 1.a ed. Ediciones Lumen. Buenos Aires, Argentina. Pág. 96