Marcar la unidad de los diversos textos que componen este volumen es reducir en parte el sentido que esos mismos textos provocarían aisladamente. Sin embargo estamos obligados; en su reunión
ellos son el resultado de nuestra postura en el campo desgarrado(de aquí, quizás, su goce) del psicoanálisis. Ellos hablan desde la radicalidad del ser psicoanalista: la práctica analítica es el escenario exclusivo de los efectos significantes que condicionan y constituyen el sujeto del inconsciente.
Ser analista significa estar confrontado a esa presencia de bordes y contornos que impone el inconsciente. El psicoanalista confrontado es en definitiva una posición, el lugar de la práctica.
No se trata de aquel que ocupa el sitio de analista, sino del sitio mi smo. No hay analistas, sólo hay posición de analista. Sitio o posición, de todos modos se trata del único lugar en psicoanálisis cuyo privilegio es su pérdida: por una parte es él quien suscita, en una
función catalizadora, la producción inconsciente; por otra, es el residuo, el remanente de la acción de esa sola palabra amo de la relación analítica, la del paciente.
Un concepto da cuenta de esta confrontación y demuestra la vocación de ciencia del psicoanálisis, a saber, el de acto. Acto es el nudo que liga la posición de analista y la producción inconsciente.
Y es justamente de este acto psicoanalítico que será preciso partir para hacer del psicoanálisis la posibilidad de una ciencia en acto.
Esta es nuestra preocupación y la razón de sacar a luz en castellano estos trabajos de autores franceses. Con este volumen, el primero de una serie de publicaciones, pretendemos a través de los diferentes ensayos clínicos, un estudio sobre la feminidad y un análisis del concepto de angustia, trazar un acceso más en la dirección de unir la teoría a la práctica psicoanalítica.