Las sociedades de los diferentes países y continentes vivirían de mejor agrado si respetasen las condiciones de vida de sus semejantes, se limitarían a exponer alguna falsa aseveración sobre la manera en cómo se desenvuelve el otro en su ambiente; sin embargo, el prejuicio hasta nuestros tiempos ha logrado menoscabar nuestros procesos de comunicación tan importantes y vitales, ha logrado denigrar una y mil personalidades, ha ganado terreno en las mentes de muchos sin que éstos se permitan siquiera a evaluar desde una perspectiva holística. La invitación sigue abierta, unámonos por restablecer nuestros tejidos sociales, ¡pronto!, eliminemos los prejuicios.
A lo largo de la historia, la evolución del hombre ha sido un proceso complejo, digno de admiración y de trabajos cautelosos, por ejemplo, el de pertenecer a grupos primarios como la familia y en posterior unirse a uno más grande denominado sociedad, el ser humano, no sólo es una paradoja externa sino que internamente encierra un cúmulo de posibilidades, cuenta con destrezas, diversas capacidades y una serie de actitudes que manifestar; sería como dividirlo en dos partes iguales, en un extremo tenemos a aquel dedicado a la fantasía, el romanticismo y la lectura; por el otro, se sitúa aquel tipo corrompido, dependiente y manifiesta como si tuviese cierta polarización minúscula dentro del cerebro. Sin embargo, en ocasiones pareciera que ya estamos prefabricados para pensar o actuar de tal o cual manera, y sabido es que, venimos dotados con una herencia biológica que poco después viene a ser desplazada por una de mayor peso, la cultural.
Con lo anterior, los humanos para justificar nuestros pensamientos y actos, comenzamos a fabricar una serie de ideas voladas de ésta realidad, ideas cargadas de un amargor, a las que se les otorgó el nombre de prejuicios, sería complicado describir o puntualizar desde cuándo viven con nosotros pero, si me preguntaran con gusto afirmaría que son bolitas de pólvora que se detonan en momentos de inconformidad, de saberse nada, en instantes de devaluación hacia nuestro prójimo y nuestra persona.
Ya hace algunos años, la Real Academia Española describe a tal concepto como: “juicio u opinión preconcebida que muestra rechazo hacia un individuo, un grupo o una actitud social”, dicho esto, los prejuicios no son más que pensamientos distorsionados acerca de lo que nos disgusta y con lo que permanecemos inconformes, bastaría abrir un poco nuestro abanico de posibilidades, para darnos cuenta el sinfín de opiniones preconcebidas y por si fuera poco negativas que deambulan en derredor, ya sea de sujeto a sujeto o entre las culturas.
Desafortunadamente, los prejuicios son uno entre los tantos factores para que se originen toda clase de batallas, guerras y conflictos armados, por la ridícula idea de no lograr conocer al otro en su totalidad, la lastimosa incapacidad de entablar relaciones de comunicación con nuestro semejante y querer invadir a como de lugar su privacía, imagen e ideología, como lo expone la siguiente frase:
“Hacia donde miremos, encontraremos que los verdaderos obstáculos para la paz son la voluntad y los sentimientos de los hombres, las convicciones humanas, los prejuicios y las opiniones. Si queremos librarnos de las guerras, tendremos antes que librarnos de todas sus causas psicológicas”.
A pesar de esto, ¿qué se requiere para erradicar a los prejuicios personales y sociales de raíz?, no esperemos que los demás comiencen a hacer algo porque, no sucederá así, el cambio debe darse por iniciativa propia, pues como dicen, todo cambio se manifiesta “desde adentro hacia afuera”; puedo asegurar que, con las múltiples potencialidades con que cuenta el ser humano podríamos hacer lo que quisiéramos, como por ejemplo, vivir un poco más despacio para percibir las maravillas de las que nos hace partícipe la naturaleza y nuestros coetáneos, diríamos basta a la estereotipación de hombres y mujeres y las falsas creencias respecto a los atributos de las personas, por favor, ¡ya basta!; no hace falta remontarnos al pasado o a otros países si en el nuestro logramos apreciar un marcado prejuicio o es que ¿acaso nunca nos hemos cuestionado del por qué una mujer no ha ocupado el poder ejecutivo?, ¿ por qué circunstancias no contamos con una presidenta? o del ¿por qué no se ha consolidado una papa de color en el vaticano?, quizá si nos lo hemos cuestionado pero, desafortunadamente aprendimos a ver las cosas desde la “pseudonormalidad”, ya no alzamos la voz para exigir lo que nos corresponde, preferimos en lugar de hacerlo, crear una sarta de historias justificando nuestras elecciones y decisiones, – que las mujeres no tienen buenas ideas, que somos el sexo débil, que jamás podríamos aportar lo que un varón a la nación-. Éstos y otros comentarios me generan lástima ya que, no sólo provienen de una parte del género, hombres, sino de las mismas mujeres, es algo irónico, ¿pues de qué lado están?
Hace poco leía un artículo del periódico a.m. Querétaro, en el cual el periodista Alfonso González Ríos redacta la historia de Josefina Eugenia Vázquez Mota primera mujer en la historia de México en ocupar el puesto en la Secretaría de Desarrollo Social y en ser Secretaria de Educación Pública y con la posibilidad de ser la Primera Mujer Presidenta de México; sin embargo, al final del reportaje el autor del artículo expone lo siguiente:
“En lo personal, sigo pensando que las mujeres valen y son mucho pero, deben de estar como las escopetas, cargadas y atrás de la puerta”.
Al terminar de leerlo, me pareció inconcebible la cantidad indefinible de prejuicios que debe tener ésta persona hacia su género opuesto y realmente, es denigrante que los medios de comunicación permitan la publicación de tales argumentos, los cuales sólo vienen a entorpecer nuestra dinámica y el funcionamiento como sociedad, pues no olvidemos que México continúa siendo un país machista y de patriarcados. Por otro lado, referente al caso del papa de color, existe un prejuicio denominado racial, en nuestros tiempos poco es lo que escuchamos acerca del mismo y lo vemos como algo lejano sin pensar, en que nos acecha y se lleva a cabo.
Increíblemente, tendremos que aprender a vivir de alguna manera con los prejuicios, mientras la situación social siga procreándolo y manteniendo de diversas maneras, como aquellos grupos sociales de la alta élite, por su status y creencias o como aquellos que se sienten señalados y generan sentimientos que, en consecuencia, crean más prejuicios. Y a pesar de esto, podemos encontrar rutas alternas que nos beneficien y procuren la conciliación y no el conflicto.
La desigualdad social y religiosa, la discriminación, el racismo y el sexismo, tratan al contrario de generar una inconformidad y una verdadera falta de identidad social. Mientras que, por otro lado, habremos de confrontar nuestros miedos y encarar a las personas para conocer su sentir y lo que esperan pues sólo así, podremos disminuir un poco las hostilidades hacia los mismos. Como ya mencionaba hace un momento, algunos de los pasos para manejar las consecuencias de los prejuicios es, la conciliación, aquel proceso intermedio que usamos a favor para resolver discusiones o problemas, pues ya lo dice la siguiente frase:
“El hombre no será sabio hasta que resuelva toda clase de conflictos con las armas de la mente y no con las físicas”.
Así es, de nada nos sirve conocer el prejuicio que tenemos si tratamos de cortarlo de tajo a través de medios físicos con los cuales no obtendremos los mismos resultados que si lo hacemos con los medios mentales y psicológicos, para ello tendremos que generar metas supraordinarias que aseguren el exigirnos un poco más y tomar en cuenta las demás opiniones. Es algo así, como un trabajar en equipo ya que, si nos estamos dando cuenta que la sociedad influye en gran medida para que seamos como somos, démonos cuenta que nosotros también somos parte de la sociedad. Estoy convencida que, al confrontarnos con nuestros semejantes disminuirían en gran medida los prejuicios y tendríamos un aprendizaje cooperativo, ya en algún momento, como lo propone la reconocida escritora inglesa Doris Lessing, el aprendizaje, nos hace entender de repente, entendiendo toda la vida desde una forma nueva de visión. A partir de ello como hemos visto, me parece que la mayoría de los problemas surgidos en la sociedad se dan por la emanación de prejuicios, los cuales a su vez generan otra clase de situaciones, ya lo dice Freud en uno de sus escritos: “Es posible pensar una relación entre el prejuicio como un conocimiento que se cree tener sobre el otro, y el racismo como una actitud generada a partir de tal conocimiento.” Digo conocimiento que “se cree tener” sobre el otro, puesto que aquí entramos de lleno en el dominio de lo imaginario, aquél conocimiento que, más allá de ser aventurado o apresurado, jamás puede ser certero (excepto que entremos en el terreno de las psicosis, donde hallamos la plena certeza de que el Otro tiene la voluntad de gozar del sujeto).
Poco después, concuerdo en su mayoría con Lacan, él expone: “El sujeto es invitado pues a entregarse sin reservas a este sistema: a sus conocimientos científicos, así como a lo que imagina a partir de las informaciones que tiene acerca de su estado, su problema, su situación, y también sus prejuicios más ingenuos, en los que sus ilusiones se sostienen, incluyendo sus ilusiones neuróticas.”
Este ensayo tiene la finalidad de ofrecer un panorama distinto de lo que logramos hacer cuando vemos sin prejuicios y a ser mejores espectadores de nuestra realidad, de nuestro crecimiento y aprendizaje. No debemos tomar la terquedad de nuestros prejuicios como valor para defender nuestras opiniones; así es, quiero concluir éstas páginas dejando en claro que podemos ser un mundo distinto y una sociedad global diversa encaminada a aceptar las maneras de proceder de los otros sin que nos afecte en forma alguna, nuestro espacio vital se fortalece cuando logramos divisar la majestuosidad de tomar los prejuicios y convertirlos en beneficios y oportunidades para crecer en sí mismos y servirle de espejo al de enfrente para la introspección, en conjunto una de las misiones de la Psicología queda aquí plasmada, no etiquetemos, ni señalemos pues de lo contrario, “con la vara que midas serás medido”.
BIBLIOGRAFÍA
Jacques Lacan – Seminario I “Los escritos técnicos de Freud”,1975.
Periódico a.m. Querétaro, México. Mayo, 2011. Sección Nacional.
Werner Braun, Decimes Rhone Barzebat, 1986.
Aldous Huxley, How to make yourself, 1955.