Uno de los puntos primordiales para aplicar un test psicométrico a un niño es fomentar el rapport. Pero no se puede desarrollar rapport si antes el niño no se ha sentido cómodo tanto con el terapeuta como el lugar de terapia.
Cómo aplicar un test psicométrico a un niño
Para hacer que el niño se sienta cómodo al momento de aplicar un test psicométrico es necesario alentar al niños a responder cada pregunta y a arriesgarse e incluso tratar de adivinar cuando no estén seguros de la respuesta. Cuando el niño se fatigue, tome un receso breve. Si el niño sigue fatigado después del descanso, considere discontinuar la evaluación y reprogramarla. Si siente que el niño está frustrado, diga algo como “Eso estuvo difícil, pero nadie espera que todas las preguntas se respondan bien. Ahora hagamos otra” (cuando se trata de alguna aplicación de test). Al dejar que los niños sepan que el terapeuta reconoce que las preguntas se van volviendo cada vez más difíciles y al reconocer sus reacciones, ayudará al niño a conservar su autoestima. A veces es útil explicar el rango de edades de la prueba, de modo que los niños comprendan de manera más concreta que es probable que algunos reactivos sean difíciles. Por ejemplo, podría decir. “Esta prueba va de los 6 a los 16 años y tú tienes 8 años. Así que se supone que algunas cosas serán difíciles. Tan sólo sigue haciendo tu mejor esfuerzo”. También puede ayudar a que los niños conserven su autoestima al no compararlos con otros niños, al no alentar la competencia y al no criticarlos. En la mayoría de los casos, comience la evaluación luego de una breve introducción.
En general, los niños consideran que las tareas y preguntas son interesantes y desafiantes. Acompañe sus comentarios de aliento con expresiones faciales y modulaciones de voz apropiadas. Más que ninguna otra cosa, las experiencias tempranas de éxito, al responder las preguntas, ayudarán a los niños a relajarse.
Tenga cuidado de no extralimitarse con sus comentarios de aliento. Por ejemplo, es inapropiado decir “Buena respuesta” o “Correcto” o “Vas muy bien” cada vez que el niño responde, sobre todo si algunas respuestas son incorrectas. Sin embargo, en ocasiones puede dar un halago breve, natural e informal para los esfuerzos del niño, “Te estás esforzando y eso es bueno”, en lugar de ensalzar los resultados del esfuerzo del niño. No se forme el hábito de decir “Bien” para las respuestas correctas y “OK” o nada para las respuestas incorrectas. No sonría, asiente con la cabeza o haga sonidos positivos (“ajá”) cuando el niño dé una respuesta correcta, o frunza el ceño, agite negativamente la cabeza o haga un sonido negativo (“mmm”) cuando el niño dé una respuesta incorrecta. Por último, adopte un método uniforme para anotar las respuestas, tanto correctas como incorrectas. Si sólo anota las respuestas incorrectas, podría dar una retroalimentación no intencional al niño (p. ej., “Sólo escribe las respuestas de las que no estoy seguro o aquellas en que es probable que esté mal”).
Sólo dé opciones al niño cuando intente dejar la decisión en sus manos. No pregunte “¿Quieres que entremos ahora en mi oficina?”, a menos que esté preparado para aceptar un “No” como respuesta. No querrá decir “¿Quieres que comencemos?” y que, después de que el niño diga “No”, usted responda, “Bueno, vamos a empezar”. Si el niño pregunta, “¿Cuándo puedo tomar un descanso?”, no diga “Cuando tú quieras” a menos que eso sea cierto. Si el niño responde “Ahora”, será difícil para usted decirle “Bueno, pero primero acabemos con esto”.
Referencia: Sattler, Jerome M. “Evaluación infantil : fundamentos cognitivos”. 5a ed. Editorial El Manual Moderno, México. 2010. Pag 191.