Una niña de siete años llamada Rebeca fue llevada a consulta. Al llegar estaba completamente envuelta en un cobertor. No había podido salir de su casa desde hacía varias semanas. El pensar en salir le resultaba en extremo doloroso y le causaba violentos síntomas como vómito, diarrea, incontinencia, taquicardia y desmayos.
Rebeca la niña que fue a consulta porque un perro la mordió
La terapia se empezó hablando de manera lenta discutiendo y sistemática sobre cómo pensaba ella que debería descubrirse y qué tanto del cobertor debería permanecer en su lugar. De Igual manera el terapeuta analizó a Rebeca para saber qué tanto sentía que podría decirle.
Su historia era la siguiente: Al dirigirse a su casa después de salir de la escuela, un enorme perro pastor alemán la mordió. Esto la asustó terriblemente. Entonces los dueños del perro salieron y la regañaron por molestar a su perro. Luego expresaron que estaban molestos por haber tenido que pagar para que su perro fuera llevado a observación. Tras haberse recuperado de la mordida del perro, Rebeca regresaba a su casa y nuevamente fue atacada por el perro. Los dueños habían decidido no encerrarlo porque pensaban que necesitaba el ejercicio. De nuevo los dueños regañaron a la niña y le dijeron que iban a demandar a sus padres. Rebeca estuvo todo el fin de semana en su casa recuperándose de la segunda mordida del perro.
El siguiente lunes salió hacia la escuela pero llegó hasta la banqueta y se regresó sintiéndose mal. Al día siguiente solamente llegó hasta la puerta antes de sentirse mal. Al tercer día no salió de su casa.
La primera respuesta del terapeuta fue justificar su miedo y sus síntomas asociados con la situación que vivió con el perro. Con una mirada de asombro le dijo: “¡Estoy sorprendido de que seas una niña tan fuerte y sana! ”, refiriéndose a los hechos traumáticos, el terapeuta añadió: “Estoy sorprendido de que no estés mucho peor. Estoy sorprendido de que tu corazón no lata mucho más rápido. ¡Estoy sorprendido de que seas tan fuerte y sana y que tus desmayos no duren más y de que no tengas más diarrea! ”.
Después de que el terapeuta realizará esta acción explicó lo que hizo diciendo: “Tenía que darle a esa niña una buena opinión sobre su cuerpo y su comportamiento Después de haber estado sentada escuchando al terapeuta alabarla, Rebeca comenzó a tener una opinión diferente sobre sí misma. Comenzó a reír y a bromear y quiso ver al perro del terapeuta, quien se lo había descrito como un inofensivo labrador. Seis visitas después la niña no requirió más terapia
Referencia: Erickson, Milton H. “Estrategias psicoterapéuticas” Primera edición en español, Editorial Dan Short, México, 2006. Pág. 38