Terapia Familiar Maurizio Andolfi

Sinopsis:
En los años 60 Virginia Satir escribía un libro titulado Terapia familiar conjunta, es decir, entendiendo una terapia en presencia y con la participación activa de todo el grupo familiar. En esos tiempos tal idea parecía revolucionaria y estaba basada sobre observaciones de las interacciones verbales y no verbales, entre los miembros de la familia. En la idea de la terapia familiar conjunta también estaba implícita la posibilidad de convocar a la sesión a las familias de origen, para poder utilizar de esta forma los recursos y las energías de todo el grupo familiar; tal idea, tomada por otros autores pioneros de la terapia familiar –Framo, Boszormenyi-Nagy, Whitacker, etc.- estaba fundada sobre el objetivo de estudiar en la sesión el desarrollo de las relaciones intergeneracionales, creando un contexto en donde los sentimientos y los afectos muchas veces ocultados o bloqueados por los varios componentes pudieran ser expresados en presencia de los otros miembros de la familia.

¿En nuestros días es ésta, todavía, una idea guía al interior de las teorías sistémicas? De hecho, asistimos mas bien a una fragmentación de las intervenciones terapéuticas y es así que florecen terapias individuales sistémicas que reproponen de cierto modo una relación dual y un contexto en el cual los otros miembros significativos están “dentro” -respecto a las temáticas tratadas- pero “afuera” ya que no participan en las sesiones; o tal vez terapias paralelas en donde por un lado es seguido el hijo, niño o adolescente, y por el otro la pareja (los padres), como si el setting definiera, de todos modos, una problemática de pareja, separada de la del niño. Por no hablar de intervenciones como la así llamada mediación familiar, en donde el objetivo parece hacer separar de modo menos hostil las partes en juego, es decir la pareja, mas que generar el redescubrimiento, a través de las experiencias de pérdida, del valor histórico y evolutivo de cada individuo dentro de su sistema de valores.
El espejo unidireccional y la videograbación de centenares de horas de terapias, constituían una práctica consecuencia de estos antiguos conceptos; además, junto a la idea de unir las fuerzas, estaba la implícita curiosidad y la necesidad de utilizar la familia de origen como recurso, de modo de proteger, en el curso de la sesión, el desarrollo intergeneracional de las emociones, de los sentimientos y de los patrones de comportamiento. Bowen, Framo, Boszormenyi-Nagy y Whitacker entre otros, han sido los pioneros de este tipo de orientación que ha guiado a los terapeutas familiares en los últimos treinta años, en la comprensión de las familias y en las estrategias de intervención. Ellos estaban interesados en el conocimiento de aquello que está dentro de cada individuo, a través de la observación del mundo relacional, incluyendo la visión y las resonancias emotivas del terapeuta.
El debate entre la estética y la pragmática de la comunicación humana estuvo desde el inicio y jamás se ha resuelto.
Ya desde los años sesenta se comienza a individualizar dos almas en el naciente movimiento de la terapia familiar: los conductors, es decir aquellos terapeutas que usan la propia personalidad, incluso el instinto y la creatividad, como instrumentos de evaluación y de intervención (véase a Ackerman, Satir, Whitacker, etc.) y los system purists, es decir aquellos terapeutas que estudian a la familia como sistema de relaciones, ubicándose en una posición de relativa distancia de cualquier tipo de implicación personal y/ o resonancia emotiva (piénsese en el grupo de Palo Alto, Haley, Hoffman, la escuela de Milán en la primera fase de investigación etc.)