Sinopsis:
Luego de los desórdenes de tipo escolar, una de los motivos de consulta más frecuentes en psicoterapia infantil es la agresividad, existen muchas causas que llevan al niño a ser agresivo. En muchas ocasiones, depende del criterio de los padres o maestros y de su poca tolerancia a expresiones de enojo.
Considerare que agresividad es un acto físico o verbal que va dirigido de manera intencional hacia otra persona con el motivo de herir.
Dos dimensiones de la agresividad infantil:
La primera dimensión de la agresividad responde a la definición anterior y se encuentra más bien en niños mayores de dos años.
La segunda dimensión se manifiesta como un “acto reflejo” y se observa más bien en niños menores de dos años. Este último tipo de agresividad se caracteriza porque el niño puede ir pasando junto a otro y de repente se queda “pegado” en una mordida o le pega, pero sin premeditación o sin que haya habido una causa aparente de provocación por parte del otro niño o persona.
La agresividad surge a partir de la formación del YO, es decir del proceso de percibir el propio cuerpo como una totalidad. De manera que cuando un niño no ha delimitado bien sus fronteras del ego se confunde corporalmente entre el tú y el yo. En estos casos, lo importante es trabajar con el niño a nivel corporal permitiéndole sentir cada vez más su cuerpo y lograr la diferenciación entre él y los demás.
La agresión intencional está alimentada por un enojo que no ha podido expresarse directamente contra la persona o situación que lo produjo. Esto es especialmente cierto para los niños pues es muy difícil para ellos demostrar enojo contra los padres o mayores. Por lo tanto, desplazan este sentimiento hacia compañeros de la misma edad o menores. He aquí uno de los orígenes de la agresividad.
A través de la agresividad, el niño trata de decir que “algo está pasando con él” y es algo que no puede expresar de otra manera porque aún no tiene la capacidad de razonamiento para hacerlo. Cuando un niño se vuelve agresivo lo que debemos de hacer es tratar de comprender del porque adquirió esta actitud y resolver el conflicto. Si la agresión puede ser una forma del niño para expresarse, pues no conoce otra, entonces al utilizar esta técnica expresiva le estamos facilitando el ponerse en contacto con una alternativa que él mismo posee. La agresividad, al igual que cual-quiera de los otros sentimientos, está localizada en alguna parte del cuerpo, la que utiliza el niño al agredir.
Lo que sucede con algunos niños, que pegan o muerden a compañeros en la escuela, es que tal vez en realidad ellos quisieran agredir a personas mayores, pero no pueden hacerlo por la diferencia de tamaño y de autoridad. Entonces lo que hacen es desplazar esta agresividad hacia compañeros de su mismo tamaño o a hermanos menores. En especial si estos hermanos son, a sus ojos, los favoritos de mamá o papá, pues al agredirlos físicamente, logra de paso agredir también a los padres.
Desarrollo:
El Caso de Melany:
Melany es una niña de 7 años que tenía problemas escolares y además era sumamente agresiva con los niños de la escuela Sin embargo, en su casa era tímida, retraída y miedosa. Sus padres hacía poco tiempo se habían separado. La causa de la separación fue que el padre agredía constantemente a Melany, era inmaduro e irresponsable.
Su papá tenía una “estaca” especial con la que le pegaba. Era la misma con la que su madre lo había educado a él. Desde que Melany tenía un año de edad le daba golpizas fuertes por cualquier cosa que hacía. Por ejemplo: en la hora de almuerzo si ella no quería terminarse la comida o lloraba por algo que él consideraba no tenía por qué hacerlo.
Melany tenía mucho resentimiento hacia su padre, pero obviamente no podía desquitarlo contra él. Incluso le estaba prohibido expresar cualquier sentimiento de tristeza o enojo cuando le pegaban. Al jugar tenía una actitud retraída y tímida. Se movía poco y hablaba quedito.
En una ocasión llegó con un raspón encima del ojo. Le pregunte “cómo había sucedido y me dijo que su hermana menor se lo había hecho con una varilla cuando estaban jugando. Le pregunté qué había hecho ella. -“Nada.”
-“¿No lloraste ni te enojaste?” Me contestó inmediatamente que no, que ella no debía llorar ni enojarse, que eso estaba mal.
-“¿Quién te ha dicho eso?” -“Mi papá.”
-“¿Quisieras platicarme sobre eso?”
-“Bueno, cuando mi papá me pega me dice que no está bien que llore o me enoje, que las niñas no hacen eso. Y si lloro me pega más.”
-“¿Entonces qué es lo que haces cuando te pega tu papá?”
-“Me quedo callada y me aguanto.”
Traté de ponerme en el lugar de Melany y darme cuenta cómo me sentiría si, además de ser golpeada, todavía tuviera que tragarme las lágrimas y el enojo. De plano me sentiría muy enojada. Tenía ganas de pegarle al papá.
Así como el caso de Melany existen cientos de niños que han sido reprimidos del dolor, lo que hace que manifiesten su enojo hacia los demás mediante la agresividad.
Cada que encuentro casos similares al de Melany me recuerdo que es necesario acompañarlo, no se trata de ayudarlo a “mejorar su conducta agresiva” se trata de acompañarlo en el momento más difícil de su vida.
Los sentimientos de agresividad de Melany eran porque tenía ganas de agredir a su padre por el daño que le había hecho. Pero sin lugar a dudas eso no estaba bien. Cuando un niño lleva guardada tanta agresividad y coraje lo único que necesita es una oportunidad para abrir la puerta del muelle y éste se desbordará sólo.
Como tratar la agresividad?
De la misma manera que la agresividad empezó así debe de terminarse, de manera gradual. Y para esto existen diferentes proceso que se pueden trabajar en psicoterapia, acá dejare uno de ellos:
• Distinguir que tipo de agresividad es: si es “reflejo” o intencionado.
• Encontrar la verdadera figura que sostiene el sentimiento de coraje.
• Poner en contacto al niño con su sentimiento. Facilitarle el proceso de reconocimiento.
• Darle la confianza para que pueda expresarlo por diferentes formas de expresión: en fantasía, verbal y físicamente.
• Ayudarle a buscar alternativas para que en el futuro pueda canalizar su coraje adecuadamente. Que aprenda a reconocer que es un sentimiento, como la alegría o la tristeza, que forma parte de él.
• Cuando sea posible, mostrarle formas de expresión directa de sus sentimientos de enojo, cómo expresar su molestia en el momento en que la sienta, y con quien la esté produciendo.
Para mí, lo más importante es que el niño recupere ese sentimiento de enojo, que es una parte suya que al reprimir o desplazar lo enoja, perdiendo una parte de sí mismo. Es sólo cuestión de que el niño aprenda a aceptar sus sentimientos de enojo y aprenda cómo expresarlos, pues “todos nos enojamos”. Pero es lo que hacemos con estos sentimientos, ya sea que los aceptemos, y cómo los expresamos, lo que causa problemas.
Referencia:
Amescua Guadalupe (1997) “La magia de los niños”© Editorial Academia, 1997, La Habana Cuba