Las tres dimensiones del autoconcepto Infantil

Sinopsis:

En el ámbito de la psicología con frecuencia se distinguen tres dimensiones del autoconcepto que son la dimensión cognitiva, la dimensión afectiva y la dimensión conductual.

La dimensión cognitiva está constituida por múltiples esquemas en los cuales la persona organiza toda la información que se refiere a sí misma. La dimensión afectiva corresponde a la autoestima y finalmente la dimensión conductual que implica aquellas conductas dirigidas a la autoafirmación o la búsqueda de reconocimiento por uno mismo o los demás.

De manera que el término “autoconcepto” remite a descripciones abstractas. La diferencia entre autoestima y autoconcepto es que el autoconcepto no implica necesariamente juicios de valor y el término de autoestima está regido por una necesidad de valoración y expresa el concepto de sí mismo.

Desarrollo:

Autoconcepto en el ámbito escolar

El niño puede tener un buen concepto de sí mismo en el ámbito familiar, pero no en el académico, o viceversa. Considerando esto es necesario potenciar las distintas dimensiones del autoconcepto del niño.

El ámbito escolar constituye un contexto de especial relevancia en el desarrollo del autoconcepto y la autoestima del niño. La imagen de sí mismo del niño empieza por crearse en el seno familiar y sigue desarrollándose en la escuela a través de la interacción con el profesor, el clima de las relaciones con sus iguales y las experiencias de éxito y fracaso académico.

No quisiera ser muy drástico pero la verdad es que el éxito y fracaso académico juegan un papel importante en la autovaloración del niño. De manera que aquel que tiene un mal rendimiento académico tiene una alta posibilidad de tener un mal autoconcepto de sí mismo y viceversa.

Las experiencias de fracaso hacen que el niño se vea con una percepción pobre de sí mismo y por lo tanto de sus capacidades escolares. Estas pobres expectativas pueden verse reflejadas en un escaso esfuerzo, una falta de motivación y una aspiración escolar mínima. En ocasiones, algunos niños pueden proteger su autoestima de estas influencias devaluando la escuela y el trabajo escolar y, a partir de aquí, la educación en general.

La escuela es un contexto en el que las capacidades del niño son evaluadas con frecuencia, es también un medio caracterizado por las continuas interacciones. En este contexto, las comparaciones de capacidad entre compañeros y los comentarios de estos respecto a las ejecuciones académicas son frecuentes lo que también influye el autoconcepto del niño. Tanto los educadores como los compañeros de aula son personas significativas para el niño, puesto que le aportar información relevante sobre su identidad. De hecho, estos han sido descritos como espejos en los que le niño ve reflejada una imagen de sí mismo. El educador influye en el autoconcepto y el rendimiento de sus alumnos a través de sus expectativas, actitudes, conductas y estilos docentes.

Cabe señalar que el estudio de la autoestima suscita un creciente interés no solo por sus implicaciones en el rendimiento académico y el ajuste escolar, sino también como consecuencia de su relación con el ajuste social, el bienestar y la salud.

Relaciones con iguales y salud mental

Las relaciones que se establecen con los compañeros de clase y amigos durante la infancia influyen decisivamente en el desarrollo de los niños y en la adaptación al medio social en el que se desenvuelven. Los iguales influyen en el desarrollo cognitivo y emocional, en la competencia comunicativa y en la sociabilidad de los niños. Dentro del aprendizaje que los niños adquieren en la relación con sus iguales se pueden mencionar los siguientes:

1. Aprendizaje de actitudes, valores e informaciones respecto al mundo que los rodea. Esta influencia es mayor si el contenido de la información es relevante para el niño, y si éste está satisfecho con el grupo de iguales.

2. La adquisición y el desarrollo de la habilidad de percibir las situaciones desde el punto de vista del otro. Esta adopción de perspectivas aleja al niño de posiciones egocéntricas, favoreciendo las experiencias individuales de aprendizaje y el progreso de la competencia social.

3. La formación de la identidad personal del niño. Los niños construyen su identidad a través de la imagen que reciben de sí mismo de las personas significativas con las que interactúan (compañeros y amigos). Así, en la formación de su autoconcepto el niño se apoya en la información que recibe de sus iguales, y en la comparación directa con ellos. El grupo de compañeros, además de proporcionar al niño la información sobre la que basara su autopercepción, incide en los valores a través de los cuales se va a interpretar esta información. De este modo, influye en la determinación de qué características personales se valoran positivamente y cuales negativamente, y en qué medida se les reconoce como relevantes e importantes.

4. La adquisición de habilidades sociales, cada vez de mayor complejidad conforme aumenta la edad de los niños, siendo probablemente el contexto del grupo de compañeros el más eficaz y más altamente motivador para el aprendizaje y desarrollo de estas habilidades.

5. El control de impulsos agresivos, adquiriendo un repertorio pertinente de conductas y mecanismos reguladores de los efectos de la agresividad.

6. La continuación del proceso de socialización del rol sexual, iniciado en las interacciones padres-hijos. En el contexto de las relaciones entre iguales, se refuerzan socialmente aquellas conductas que son pertinentes al propio sexo.

7. El uso ilegal de drogas, las conductas alcohólicas y la conducta sexual son también influidas por el grupo de iguales siempre que, naturalmente, estos grupos aprueben o consideren tractivas tales conductas.

8. El nivel de aspiración educativa y el logro académico son influidos por la interacción entre iguales.

9. La posibilidad de disponer de importantes fuentes de apoyo en situaciones de estrés, convirtiéndose los iguales en habituales confidentes.

La construcción y mantenimiento de relaciones con los iguales se ha considerado como un indicador valido de la salud psicológica y un buen rendimiento académico – escolar. De manera que uno de los principales objetos del educador debería de ser potenciar las relaciones sociales del niño para desarrollar así las habilidades sociales y de comunicación que aún no lo están.

En la medida en que se fomente el desarrollo social del niño, se abrirá paso a un desarrollo integral en el que el autoconcepto y autoestima estarán reflejados en el rendimiento académico y escolar del niño.

Referencia:
Cava, María Jesús, Musitu, Gonzalo “La potenciación de la autoestima en la escuela” Autoconcepto y autoestima, Editorial Paidós, Barcelona, España, 2000, Págs. 17-24