víctimas del acoso escolar: En general, son niños y niñas débiles, inseguros, con baja autoestima y fundamentalmente incapaces de salir por sí mismos de la situación que padecen, aunque lo hayan intentado de muchas formas. En la mayoría de las ocasiones les supera la situación y se sienten deprimidos. Tienen bajas habilidades sociales y suelen ser rechazados dentro del grupo. Esto hace que sean un objetivo fácil para el acosador. No disponen de herramientas psicológicas y sociales para hacer frente a la situación. Suelen ser chicos apegados a su familia, dependientes y sobreprotegidos por sus padres y madres. En cambio, otras veces es todo lo contrario, aunque son casos más raros, donde la víctima suele tener un comportamiento irritante hacia los demás. A veces, sus compañeros les provocan para que reaccionen de mala manera, y así poder acosarlo pareciendo que la responsabilidad del acto agresor está justificada, disfrazando así la culpabilidad del acosador frente al resto de niños y niñas y, a veces, frente a los adultos.
Las víctimas del acoso escolar
Las víctimas de acoso escolar no suelen contarlo a sus padres o madres, sobre todo a partir de los 10 o 12 años. Sentimientos como la vergüenza, la inseguridad o el sentirse inferior hacen que el niño o niña sufra las agresiones en silencio. Por eso, es muy importante que los adultos seamos capaces de ponernos en guardia ante determinadas conductas que pueden darnos pistas de que está siendo víctima de algún acosador escolar. La primera alarma debe saltar cuando se observa un cambio importante en la conducta habitual del niño o niña.
Cuando nuestro hijo o hija es víctima de acoso escolar, debemos entrar en contacto con el profesorado y con la dirección del centro lo antes posible. Nuestra intervención como padre o madre, a través del contacto y el trabajo con el centro, es muy importante para buscar una solución positiva a largo plazo.
El acosado o victima debe tener en cuenta que la intimidación es real y requiere una intervención inmediata y no debe pensar que no puede denunciar el acto considerándolo un “rito de paso” que hay que soportar como una conducta para ser aceptado socialmente, o que es una persona inferior y no tiene derecho a denunciarlo, por tener temor de una represalia por parte del acosador o su grupo, es decir, la intimidación debe ser denunciada para que se pueda intervenir de forma organizada. Y también que ningún grupo o estudiante deben ser marginados o difamados para promover otro grupo.
Para este último punto, es muy importante la conducta que desarrollamos los adultos. No debemos valorizar más las acciones de un niño o niña o de un grupo de niños ya que elogiando sus acciones físicas o intelectuales estamos reforzando este tipo de estereotipos y creando distancias entre ellos, aumentando la distancia de aquellos niños menos adaptados.