Jaime Alfaro – Discusiones En Psicología Comunitaria

Sinopsis:
Durante esta década en el país la Psicología Comunitaria comienza a conformarse como una especialidad profesional, en la medida en que presenta mayor densidad ocupacional, es impartida como cátedra en parte importante de los curriculum universitarios y se implementan programas
de formación de post-grado que mejoran sus niveles de profesionalización.

Si bien en Chile la implementación y el desarrollo de programas en Psicología Comunitaria se remontan a la década del ‘60, recién en los años ‘90 ella exhibe signos incipientes de conformación como especialidad profesional propiamente tal.

Estos desarrollos se hacen posibles fundamentalmente con relación a los cambios que enfrenta la Psicología nacional durante estos años y a la configuración y jerarquización de nuevas demandas sociales, surgidas desde las estrategias de desarrollo social implementadas en el país.
En lo que respecta a los cambios ocurridos en la Psicología nacional, el crecimiento de la Psicología Comunitaria se relaciona con que en los años ‘90 ocurre una importante diversificación de funciones y perfiles profesionales, como efecto del surgimiento de nuevos centros de formación que modifican sustancialmente la oferta de profesionales, y generan diversificación de perspectivas teóricas, amplían recursos técnicos y alternativas
de roles.

Los cambios de las estrategias de desarrollo social refieren a que las orientaciones de la Política Social cambian la priorización de sus objetivos y tareas, destacando problemáticas sociales de carácter enteramente distintas, que configuran un nuevo marco de demandas hacia los cuerpos técnicos y profesionales.
Estas nuevas orientaciones de las políticas sociales, preocupadas de la integración social y la pobreza, dan centralidad a nuevos problemas sociales como la violencia intrafamiliar, la prevención del consumo de drogas, y la reinserción de menores, entre otras.
Los nuevos problemas y la necesidad de profesionales que ello implica se complementan con la obligada diversificación de roles que exigen las nuevas instituciones de formación profesional, generando condiciones para que los psicólogos se orienten hacia focos distintos y distantes de los tradicionales, dejando atrás (o al menos sacando del centro) la característica
y casi exclusiva focalización en el campo clínico.

A la vez, en la medida que el desarrollo de centros de formación profesional ocurre sin gradualidad y privilegia básicamente la ampliación de recursos de docencia, postergando otros – cruciales para el rol social de la universidad -, tales como la formación de académicos, la investigación y reflexión, la extensión, etc., el crecimiento de la Psicología Comunitaria
que ocurre durante los ’90, no se acompaña suficientemente de un incremento de capacidad académica que le dé sustentación, lo cual lo hace “vulnerable” y de “riesgo”.

Así, la posibilidad de que la Psicología Comunitaria, que crece durante los ’90, se consolide como especialidad, pasa en medida importante por la capacidad que ella tenga de enfrentar el desafío que supone el ejercicio profesional del psicólogo en un contexto institucional nuevo y hasta ahora desconocido, como es el Estado y las políticas sociales, junto a la demanda
de enfrentar un nuevo tipo de problemática, en un marco en que no se cuenta con suficientes recursos tanto teóricos como técnicos.

En el marco general del proceso antes descrito, se configuran dos planos como determinantes para la posibilidad de consolidación y potenciación de la incipiente especialidad profesional Psicología Comunitaria.
En primer lugar, en la medida que la instalación en la institucionalidad estatal no es sólo el contexto material para la aplicación de programas, sino que, además, establece un marco cultural y de relaciones sociales, la Psicología Comunitaria de los noventa está exigida de incorporar y utilizar conocimientos disponibles sobre Planificación Social, políticas sociales y Desarrollo Social, a la vez que desarrollar habilidades para que la inserción de psicólogos en los nuevos programas sociales, no se restrinja y limite a ser meros operadores de estos, permitiendo posiciones de gestión de mayor “agencialidad” que las hasta ahora desarrolladas.

En segundo lugar, la Psicología Comunitaria de estos años, necesita para el abordaje de las señaladas nuevas problemáticas, crecer en su mahttp nejo técnico, a la vez que en el uso de recursos conceptuales e investigativos.
En este texto, situándose desde lo expuesto, y en referencia a los desafíos recién señalados, se abordan básicamente dos planos de análisis.
En un primer plano se revisa la noción de Psicología Comunitaria y la tensión presente en ella respecto de su carácter de disciplina científica o de profesión, y se analiza la relación que establece con la producción epistémica y teórica de la Psicología.

Este análisis permite establecer que los modelos teóricos utilizados, las técnicas producidas y el conjunto de las prácticas de la Psicología Comunitaria son resultado de la presencia de paradigmas de pensamiento que conforman la Psicología, dando así fundamento a una noción que la define como especialidad profesional, similar a otras, caracterizada básicamente por el tipo de fenómenos que aborda y por su estrategia de trabajo.

Constatar y dar fundamento a una noción de Psicología Comunitaria como profesión y, por tanto, conformada estructuralmente sin autonomía teórica y conceptual, posibilita y exige del uso de los recursos teóricos y metodológicos disponibles en el acumulado de la Psicología, para el análisis de problemáticas del ámbito comunitario, así como para la fundamentación de acciones interventivas.

Por otra parte, la revisión y análisis de este vínculo, da fundamento a una concepción de Psicología Comunitaria estructurada desde sistemas de pensamiento, que explican y configuran formas de trabajo, conformadas como tradiciones que, en cuanto originadas en diferentes paradigmas, establecen grados de distancia importantes entre sí, a la vez gran coherencia
interna, respecto de su noción de objeto de intervención, noción de problema
y estrategias de intervención.

En un segundo plano de análisis se revisa la discusión sobre el origen de la Psicología Comunitaria y el carácter evolutivo o histórico de éste, junto a una descripción y análisis de los programas de Psicología Comunitaria implementados en el país durante sus diferentes períodos de desarrolloEllo permite establecer el vínculo directo que ocurre entre la Política Social producida desde los modelos de desarrollo social vigentes en cada período, y la relevancia, los objetivos, el objeto y el modelo de trabajo de la Psicología Comunitaria, constatando así la relación de determinación que los factores históricos contextuales tienen en las alternativas técnicas y teóricas posibles para la práctica de intervención comunitaria.