Cuando el niño siente angustia al ir a dormir

Muchos niños entre las edades de 2-6 años tienden a tener angustia al ir a dormir. Esto sucede porque para el niño el hecho de ir a dormir significa desconectarse de su entorno y entregarse al sueño. Durante los primeros años de vida del niño siempre está presente una angustia por separación nocturna” de los padres, justo al momento de ir a dormir.

Ante la situación que causa angustia el niño apela con frecuencia a diversos comportamientos y rituales antes de acostarse: algunos niños piden que les cuenten un cuento, otros que lleven a un oso de peluche o muñeca, otros que dejen la luz encendida, otros que la puerta este abierta, entre otros.

Todas estas situaciones a las que apela el niño, se traducen psicológicamente en un deseo por parte del niño de postergar el momento de separarse de su entorno. Sin embargo, en algunos al niño le cuesta renunciar y lo expresa con claridad: “No quiero dormir”, “No tengo sueño”, “Sueño con monstruos”, “tengo miedo a dormir”. En situaciones más extremas, puede manifestarse como una fobia a acostarse, una sensación de miedo y necesidad de la presencia de los padres para conciliar el sueño. Frente a esta dificultad, muchos padres adoptan actitudes contradictorias, a veces muy permisivas, otras de mucho enojo, que contribuyen a acentuar la resistencia del niño a acostarse. Una actitud comprensiva pero firme de los adultos, que demuestre afecto y tolerancia al temor del niño, suele mejorar esa tensión.

Trastornos del sueño

Los trastornos del sueño, que describiré a continuación, se observan especialmente en niños entre los 18 meses y los 6 años de edad.

Muchos problemas del sueño son producto del malestar, de la inquietud y de la angustia intrapsíquica, consecuentes en gran parte con la elaboración de la situación edípica, que en ese momento está en plena efervescencia. El acto de soñar cumple la función de desplazar, deformar y enmascarar las fantasías y las pulsiones de amor y de odio, para no sentir culpa por el deseo incestuoso y evitar de este modo el consecuente castigo.

El trastorno del sueño más frecuente a partir de la lactancia es el insomnio. La resistencia del niño a dormir, su llanto y agitación agotan a los padres y les ocasionan mucho enojo y lamentablemente con cierta frecuencia reacciones violentas. También existe el insomnio benigno, el de aquel niño de buen humor que sólo quiere estar despierto para seguir jugando. Es más habitual, sin embargo, encontrarnos con un niño descontrolado, y ansioso por no poder dormirse.

Otros trastornos del sueño reciben el nombre conjunto de angustias nocturnas, aunque existen dos tipos principales: a) las pesadillas o sueños de angustia, de los que el niño despierta asustado, aunque no está confuso y casi siempre puede recordar y relatar el contenido del sueño. Teme volver a dormirse, porque estos sueños suelen repetirse; y b) el terror nocturno, un cuadro más dramático que el anterior, acompañado de gritos, llanto, gesticulaciones; el niño suele estar confuso, puede presentar alucinaciones y fenómenos neurovegetativos como taquicardia, agitación y sudoración intensa. Al cabo de unos minutos, el niño se tranquiliza y se vuelve a dormir en un sueño profundo y no recuerda nada de lo que pasó (amnesia completa). Puede tratarse de un episodio único, o repetirse; en cualquier caso conviene consultar con un especialista.

En general, los trastornos del sueño son facilitados por la relativa inmadurez del desarrollo neurológico y de la organización psíquica, por eso son más habituales durante la primera infancia; cuando se producen en el período de latencia adquieren más importancia psicopatológica, lo que en ocasiones hace recomendable la consulta a un especialista.

Referencia: Rinaldi, Guillermo “Escuchemos al niño: cómo comprender y responder los mensajes infantiles” Dormir y soñar en la infancia. Ediciones Granica. Buenos Aires, Argentina. 2005. 152 págs.