Evolución de los miedos infantiles

Ollendick y Helen explican que existen etapas del desarrollo infantil y que en cada etapa existe también una preponderancia u algún tipo de miedo. Es decir que conforme el niño este en evolución así los miedos infantiles también se encuentran constantemente en evolución.

Miedos infantiles

Desde la primera infancia hasta los tres años los bebés no manifiestan el sentimiento de miedo, pero a partir de los seis meses el bebé empieza a experimentar miedos. Este tipo de miedos al inicio son adaptativos. Es decir que tiene miedo de lo que lo rodea. (Personas extrañas, alturas, animales y/o ruidos extraños).

Entre el año y los dos años y medio se intensifica el miedo a la separación de los padres y también el miedo a las personas desconocidas. Aparentemente este tipo de miedo debe desaparecer progresivamente, pero en algunos casos puede permanecer hasta la adolescencia y la edad adulta, tomando forma de timidez, introversión y/o fobia social.

Etapa preescolar: de los tres a los cinco años

La evolución del miedo infantil en esta edad se inicia cuando el niño mantiene miedos de la etapa anterior lo que incrementa potencialmente la evolución del miedo. Ello va en paralelo al desarrollo cognitivo del niño permitiendo que entren en escena los estímulos imaginarios, los monstruos, la oscuridad, los fantasmas, o algún personaje del cine. La mayoría de los miedos a los animales empiezan a desarrollarse en esta etapa y pueden perdurar hasta la edad adulta.

Etapa escolar: entre los seis y los once años

En esta etapa del desarrollo los miedos serán más realistas y específicos, desapareciendo los temores a seres imaginarios o del mundo fantástico. A partir de esta edad los temores estarán más ligados a la realidad objetiva como el daño físico, los accidentes, heridas, sangre e inyecciones.

Puede también presentarse, temor hacia el fracaso escolar, temores a la crítica y miedos diversos en la relación con sus iguales (miedo hacia algún compañero en especial que puede mostrarse amenazador o agresivo). El miedo a la separación o divorcio de los padres estaría ahora presente en aquellos casos en el que el niño perciba un ambiente hostil o inestable entre los progenitores.

Pubertad: entre los doce y los quince

Desde todos los ángulos posibles la pubertad es una época de rebelión hormonal con notables cambios fisiológicos que dejan sumido al preadolescente en un ir y venir emocional.

En esta edad, el niño se preocupa por la crítica, el fracaso y/o el rechazo por parte de sus iguales (compañeros de clase) o a amenazas por parte de otros niños de su edad y que ahora son valoradas con mayor preocupación. Suelen también aparecer los miedos derivados del cambio de la propia imagen que al final de esta etapa empiezan a surgir.

Adolescencia

Luego de la pubertad, el adolescente no tiene el manejo emocional de todo lo que le acontece. Existe una rebelión contra el mundo, siente que los padres lo sobreprotegen y siente la necesidad de buscar su propia identidad. A esto contribuye el hecho de que decaen los temores relacionados con el peligro, la muerte, aunque se siguen manteniendo los temores de la etapa anterior. Surgen, con mayor fuerza, los relacionados con el mundo interpersonal, el rendimiento personal, los logros académicos, deportivos y de reconocimiento por parte de los otros. Surge el miedo de fracasar en la vida.

El miedo también se aprende

Los padres con tendencia a ser miedosos y/o con más trastornos de ansiedad suelen tener hijos que desarrollan miedos o ansiedad.

Algunas teorías explican esta hipótesis en base a que los hijos buscan y captan la información sobre la reacción emocional de sus cuidadores ante situaciones de incertidumbre. A través del modelado (aprendizaje que efectúa el niño por observación de un modelo) los padres pueden alterar o modelar los miedos de sus hijos en función de las emociones que manifieste o que el niño perciba.

Por otro lado, existe un tipo de miedo que se adquiere por las experiencias vividas, como es el miedo a no poder respirar. Sería el caso de niños que han sufrido ataques de asma o se han despertado repentinamente por la noche con la sensación de no poder respirar.

Finalmente el miedo puede desarrollarse y evolucionarse a partir de otras experiencias desagradables o traumáticas, como presenciar malos tratos, peleas o situaciones que le impacten emocionalmente (accidentes, muerte de algún ser querido, etc.). Lo que denominamos aprendizaje observacional. En el peor de los casos, estos miedos pueden derivar en trastornos clínicos como fobias específicas (a un animal, a las jeringuillas, a subir en un coche o a los payasos), ansiedad generalizada o estrés post-traumático. Igualmente es desaconsejable la visualización de programas de televisión, películas u otros que contengan imágenes violentas o de terror cuando el niño aún no presenta una edad adecuada para separar nítidamente la ficción de la realidad.

Referencia: Gutiérrez, Ana. Pedro Moreno. “Los niños, el miedo y los cuentos” © Editorial Desclée De Brouwer, S.A. ISBN: 978-84-330-2512-8 Impreso en España. 2011. Pág. 11