Niñas con apego a la madre: “envidia del pene”

envidia del pene: Así como el niño pequeño toma a la madre como su primer objeto amoroso, también la niña forma un apego íntimo con la madre. Por tanto, igual que el niño, con el tiempo ella tendrá que renunciar a su primer objeto amoroso. Sin embargo, y más significativo aún, también tiene que renunciar a su primera zona erógena de estimulación genital placentera, el clítoris. Cuando descubre que su clítoris no es un pene “. . .envidia a los niños su posesión; puede decirse que todo su desarrollo está matizado por la envidia del pene”.

Niñas con apego a la madre: “envidia del pene”

Ruth Munroe proporcionó un ejemplo de la envidia del pene en una niña pequeña. La doctora Munroe, una psicóloga, se mostraba escéptica respecto a la teoría freudiana

hasta que:… observó a su hija de cuatro años en la bañera con su hermano.

La niña exclamó de repente: “Mi weewee (pene) se acabó”, cuando al parecer se comparaba con su hermano por primera vez. Munroe trató de tranquilizarla, pero nada funcionó, y durante algunas semanas la pequeña se oponía con violencia incluso a que le llamaran niña.

Sin embargo, este ejemplo de ninguna manera demuestra la universalidad de la experiencia de la envidia del pene en las niñas pequeñas. Cuando descubre que le falta algo que, en su opinión es una parte anatómica esencial, al principio la niña trata de convencerse de que su percepción es errónea. Se aferra al clítoris como lo más cercano a los genitales externos masculinos, pero la elección no ha sido exitosa. La maduración la obliga a abandonar en forma aún más completa cualquier idea de un genital externo comparable al de los niños. Por último, la niña es obligada a darse cuenta de que carece no sólo del pene, sino también de todas las virtudes de la masculinidad que implica la posesión de dicho órgano.

Es posible una variedad de resultados negativos: a medida que crece la niña puede desarrollar un complejo de masculinidad en el cual protesta fervientemente contra la injusticia que percibe y llega a asumir todas las características esenciales de la personalidad masculina en desafío a su supuesta inferioridad. Por otro lado, a la larga puede abandonar del todo la actividad sexual en su intento por evitar cualquier recordatorio de su inferioridad.