Víctimas de abuso sexual intrafamiliar

El abuso sexual intrafamiliar puede llegar a crear una especie de dependencia en la víctima que va más allá del maltrato físico.

Dentro del abuso la víctima sufre una especie de dependencia cuando su madre hace caso omiso del abuso o no cree nada de lo que su hija puede decirle.

Cuando una madre no cree a su hija de un abuso sexual por parte de su padre o padrastro la hija es convertida en amante del padre, esto permitido de alguna manera por la madre.

Por lo regular la madre siente una carga de confrontación al escuchar de su hija un “abuso sexual de su padre o padrastro” lo que crea una situación conflictiva y prefiere no tocar el tema evadiéndolo de cualquier manera.

La hija al sentir confianza en su madre trata de explicar la situación de abuso pero al sentirse sola y sin apoyo de su madre, dentro de ella misma se crea una especie de dependencia.

Abuso sexual intrafamiliar

Cuando Andrea empezó a comentar con sus amigas las cosas raras que le hacía su padre en la cama, en el colegio se armó un buen revuelo. El padre era un hombre pequeño y de frágil aspecto, mientras que la madre era una mujer grande y poderosa. Al confrontar a toda la familia con los hechos, la madre se volvió enfurecida contra Andrea, acusándola de inventarlo todo para hacerse la importante. Ella había salvado a su marido del alcohol cuando nadie apostaba por él ni por su matrimonio, lo había cuidado y lo exhibía como una especie de trofeo. No podía consentir que ahora está mocosa destruyera la obra de su vida.

En esta situación la madre desarrolla más su instinto materno con el marido prohijado que con la hija abusada, que es percibida más bien como una fastidiosa aguafiestas.

En la mayoría de los casos es el abusador quien se sitúa en la posición complementaria superior, estableciendo con su esposa y madre de la abusada una relación influyente, que puede ir desde la sugestión ligera hasta el más aplastante dominio.

Desde mi punto de vista el abuso sexual intrafamiliar se vuelve dependencia cuando la madre no cree nada de lo que dice su hija y en vez de eso la tacha de malcriada, zorra, de cualquiera, y demás violencia psicológica que inunda la estima de la víctima a tal punto de crear una dependencia entre su abusador y ella.

La dependencia no solamente es psicológica, sino económica, por lo que la víctima que en la mayoría de casos son niñas, no tienen otro opción que seguir soportando la situación de abuso hasta que tenga el coraje de salir de casa o recibir el apoyo de una institución contra el abuso sexual infantil.

En mi experiencia he conocido casos de abuso sexual que han iniciado a los 6 años y hasta los 16 años la adolescente tuvo el valor de escapar de su casa al no soportar más la situación de abuso sexual.

El caso de Aurora

Aurora había sido abusada por un padre toxicómano y medio delincuente mientras desarrollaba una relación de arrogante rivalidad con su madre.

No había llegado a haber penetración ni una clara genitalización del abuso cuando esta se dio cuenta de lo que estaba ocurriendo y expulsó al marido del domicilio familiar, pero Aurora había aprendido a mercadear con su cuerpo. Obtenía favores económicos del padre retirando sus denuncias en el último momento, y, a la vez, se prostituía con otros hombres, a los que despreciaba y maltrataba. No tardó en contraer una grave enfermedad venérea.

La relación de dependencia es quizá el marco más frecuente y clásico de los abusos sexuales estructurados, y provoca generalmente, al alcanzar la abusada la adolescencia, una rebelión más o menos explosiva con abandono del hogar en circunstancias de alto riesgo.

Si denuncia los abusos en la familia, no es raro que la acusación se vuelva contra ella, percibida por la madre como manipuladora, o incluso como inductora del abuso. Los padres abusadores niegan mientras pueden negar, pero, a veces, reconocen sus errores y piden perdón público, sin que ello comporte un gran beneficio para la hija.

Aunque el padre asuma el papel de pecador arrepentido, para la hija que ha sido abusada sexualmente no es fácil perdonar. Por lo mismo, en casos de abuso sexual intrafamiliar considero que es mejor que la víctima y el abusador se separen. Así sea padre-hija (abusador-víctima) no pueden, ni deben vivir juntos.

El hecho de vivir cerca del abusador representa una amenaza latente para la víctima lo que no permite que viva tranquila ya que en cualquier momento que estén solos puede preocuparse en otro posible abuso sexual.

Referencia: Linares, Juan Luis. “Terapia familiar ultramoderna” la inteligencia terapéutica. 1era. Edición. Herder Editorial, S.L., Barcelona, España. 2012. Pág. 85