Amnesia infantil en la vida adulta

La amnesia infantil se refiere a la dificultad de recordar hechos sucedidos en la infancia. Existen dos tipos de amnesia que surgen como una especie de fenómenos psíquicos defensivos que hacen que sea difícil recordar lo sucedido en la infancia. Uno de ellos es la normal amnesia infantil, que obra especialmente sobre procesos traumáticos o dolorosos de los primeros años de vida.

La amnesia infantil es una incapacidad por parte de un adulto de recordar los primeros años de vida, por lo regular la amnesia infantil cubre los eventos traumáticos hasta los cuatro años de vida.

Sigmund Freud llamo “amnesia infantil” al fenómeno que hacia perder los recuerdos de la infancia debido a la represión que se tenía de los mismos. Pero también, Freud explicó que existe un límite variable de la amnesia infantil que está influenciado por las experiencias culturales.

Por otro lado, Martin Conway explica que los recuerdos de la infancia quedan olvidados en el consciente. Sin embargo, estos recuerdos quedan en el inconsciente de tal manera que pueden llegar a influir en las decisiones conscientes. Así entonces un recuerdo puede llegar a ser consciente luego de años de haber sido “olvidado” ya que los recuerdos se almacenan en el inconsciente y se vuelven inaccesibles para el consciente, lo mismo pasa con los recuerdos de la niñez que sí están en el inconsciente y pueden saltar al consciente en cualquier momento.

Idealización de la infancia

El otro tipo de amnesia infantil es la idealización de la infancia. La idealización encubre o distorsiona la realidad. Idealizar la infancia consiste en sustituir la infancia real por una infancia feliz, sin tropiezos afectivos.

En un adulto, es frecuente que se generalice la afirmación de que “todo tiempo pasado fue mejor”; con el mismo criterio, también nuestra infancia fue lo mejor que nos ha pasado. Otros hacen afirmaciones tales como: “Tuve una infancia feliz” o “A nosotros nos pegaban o nos encerraban para castigarnos, y mire qué bien estamos…” (Es decir que se supone que estaban bien “por” eso y no “a pesar” de eso).

De ser realistas, a pesar de no tener recuerdo de ellos, deberemos incluir en la visión de nuestra propia infancia, prolongadas ausencias o abandonos, situaciones de dolor, traumas corporales, cirugías u otras que posiblemente también hayan sucedido cuando fuimos niños y hayan quedado impregnadas en nuestro psiquismo. Pero también, es necesario sumar intensas angustias del psiquismo naciente y aún muy vulnerable de los primeros años de vida.

El riesgo de la infancia idealizada es que creamos que todo lo que hemos recibido cuando niños, incluso el maltrato, es bueno y deseable y, por lo tanto, deseemos transmitirlo a nuestros hijos.

Muchos padres creen que con “educar” a sus hijos a golpes harán de él un hombre de buen porvenir, en algunos casos puede dar resultado pero no es algo aconsejable porque todo depende del psiquismo del niño. Ya que el maltrato puede hacer del niño alguien tímido, como alguien agresivo, eso depende de cómo asimile el niño la situación de maltrato desde su psiquismo.

Referencia: Rinaldi, Guillermo “Escuchemos al niño: cómo comprender y responder los mensajes infantiles” Padres-hijos un vínculo siempre mejorable. Ediciones Granica. Buenos Aires, Argentina. 2005. 152 págs.