Complejo de inferioridad: Adler pensó que el hombre nace sintiéndose incompleto e irrealizado, con un profundo sentimiento de inferioridad. Todo lo que se encuentra frente al recién nacido es mejor, más grande, mayor y más completo que él. Para el neonato tal estado de cosas difícilmente tiene importancia en su lucha por la existencia. Sin embargo, su sistema perceptual le hace darse cuenta poco a poco de su papel inferior en la sociedad.
A medida que el hombre avanza del primero al cuarto año de su vida, continuamente le es recordado que la mayor parte del mundo que lo rodea puede alcanzar cosas, tirarlas, prepararlas y controlarlas mejor que él. El sentirse inferior le hace desear emular las fuerzas y capacidades de otros que lo rodean. En algunos casos anormales, el niño puede permanecer en un nivel inferior, ser incapaz de tratar algo nuevo; o digamos, regresar a un papel mucho más inferior. Sin embargo, estas tres anormalidades son raras. La mayor parte de la humanidad quiere ir más allá de donde está, como el niño que desea ser más completo de lo que es en cualquier momento dado en su desarrollo. Las mesetas o valles en el desarrollo, aunque son bastante normales, no duran mucho tiempo. Una vez que se llega a una meseta en el desarrollo hacia más y mejores habilidades y poderes, el hombre tiene sólo un sentimiento temporal de satisfacción y éxito. En el momento en que el ser humano puede ver algo mejor y mayor más allá de donde se encuentra, vuelve a sentirse inferior, irrealizado o incompleto. Se reinicia todo el proceso, que parte de la inferioridad al esfuerzo por nuevos logros, al seguimiento de un nuevo nivel (sea simbólico o real), al reconocimiento de una cima nueva y más alta, y después, al sentimiento de inferioridad inevitable. Esto, según Adler, es de lo que está hecha la vida. Este sentimiento de inferioridad introducido en el nacimiento es lo que nos mantiene vivos durante el transcurso de las eras. Así pues, el hombre está herido, biológica y psicológicamente, por el sentimiento de inferioridad.
En una época que precedió a la medicina psicosomàtica, Adler se dio cuenta de que muchos de sus pacientes parecían localizar sus quejas y enfermedades en regiones específicas del cuerpo. Descubrió también, que el hombre tiende a utilizar su enfermedad para resolver muchos de sus problemas no físicos. Con frecuencia, las quejas y síndromes que Adler estudiaba no estaban asociados con la condición real del sistema orgánico de sus pacientes. De estas experiencias, desarrolló una teoría a la que se refirió como inferioridad orgánica. En esa época, Adler pensó que el hombre nace con un órgano potencialmente débil en su cuerpo.
La angustia, el curso natural de los eventos de la vida, o cualquiera de múltiples causas podían producir un resquebrajamiento del órgano potencialmente débil* Como resultado total de este hecho surgía en el hombre el deseo de compensar su debilidad al tratar denodadamente de tener éxito. La compensación de un órgano inferior con frecuencia determinaba el estilo de vida y la manera en la que el individuo iba a luchar por la superioridad.
La inferioridad orgánica también se interpretó posteriormente como un instrumento usado para evadir tareas dolorosas e insuperables, tal y como el individuo las concebía dentro de su marco de referencia personal. Según esta interpretación, el hombre nacía con un órgano potencialmente débil que vendría a rescatarlo cuando las presiones de la vida se le volvieran demasiado difíciles de sobrellevar. Si el afán de superioridad se veía bloqueado o era totalmente inaccesible para el individuo, él podría buscar solaz y excusar su inferioridad con el planteamiento de que su órgano débil estaba enfermo. El órgano inferior, por supuesto, varía de un individuo a otro.
Al asociar la inferioridad a las condiciones orgánicas, Adler creó lo que él llamó protesta masculina. Por alguna razón, Adler identificó la inferioridad con la debilidad y la femineidad. Por tanto, la inferioridad era lo mismo que la femineidad. Se consideró que tanto los hombres como las mujeres protestaban contra las debilidades, las mujeres debido a su debilidad inherente como lo femenino de la especie, y los hombres debido a su asociación con la femineidad, que connotaba inferioridad. Adler mismo estaba insatisfecho con este concepto trunco. Gradualmente lo amplió y fortaleció para incluir la idea generalizada de que la humanidad es inferior en el nacimiento, y que la inferioridad no tiene nada que ver con la femineidad, sino que es el resultado de una condición hereditaria, seguida después del nacimiento, por un sentimiento de ser incompleto.
Referencia: Cueii José. “Teorías de la personalidad” 3a ed. Editorial Trillas, 1990 (reimp. 2008). México. Pàg 97