Mi madre no podía llevarse bien con ningún hombre. Se divorció dos veces en una época en que nadie se divorciaba siquiera una vez. Yo tenía una hermana, diez años mayor que yo, y mi madre me dijo más de una vez “tu hermana era la niña de tu padre, entonces yo decidí tener una para mi” eso era exactamente lo que yo era para mi madre; una posesión y una extensión de sí misma. Ella no creía que fuéramos dos personas distintas, siempre me veía alcanzado lo que ella debía alcanzar, sus sueños y sus metas pretendía lograrlas a través de mí.
De niña, cuando mis padres se divorciaron, extrañe mucho a mi padre. Sin embargo, ella no permitía que mi padre se acercara a mí, y él no tenía la voluntad suficiente para pelear con ella. De hecho nadie la tenía. Siempre me sentí cautiva y, al mismo tiempo, responsable de la felicidad de mi madre. Me costó mucho trabajo dejarla, a pesar de que me sentía sofocada. Fui a la escuela de comercio en una ciudad lejana, donde me hospedé en casa de unos parientes. Mi madre se enfadó tanto que nunca volvió a hablarles.
Cuando termine la escuela, empecé a trabajar como secretaria en el departamento de policía de una gran ciudad. Un día entró aquel oficial buen mozo de uniforme y me pregunto dónde estaba el surtidor de agua. Se lo señale. Luego me pregunto si había vasos. Le presté mi taza de café. El necesitaba tomar unas aspirinas. Aún lo veo echando la cabeza hacia atrás para tragar esas tabletas. Entonces dijo: “¡vaya! Anoche si me emborraché”. En ese instante me dije: “¡oh, qué triste está bebiendo demasiado quizás sea porque se siente solo!”. Desde ese momento me cautivo porque era justo lo que yo quería. Quería alguien a quien cuidar, alguien que necesitara mi ayuda, así que pensé: “me encantaría hacerlo feliz”. Luego de dos meses, nos casamos y pase intentándolo por 4 años. Solía cocinar unas comidas estupendas con el fin de atraerlo a casa, pero él salía a beber y regresaba muy tarde. Entonces peleábamos y yo lloraba.
Las cosas empeoraban cada vez más. Así que lo deje. Todo eso paso hace 30 años y apenas el año pasado me di cuenta que él era un alcohólico. Siempre pensé que la culpa era mía, que yo no sabía hacerlo feliz.
Eleonor
Sentía una necesidad por ayudar y hacer feliz a alguien. Los hombres amables que tenían todo no me llamaban la atención. Pero los hombres desesperados, tristes, con una vida destruida me parecían atractivos porque con ellos yo me sentía útil porque ellos necesitaban de mí y yo sentía que podía ayudarlos.
¿Por qué las mujeres se enamoran de un hombre malo?
Primero: la categoría de “hombres malos” implica a hombres con ciertas características por ejemplo: alcohólicos, drogadictos, hombres que no trabajan, mujeriegos, amargados, deprimidos, y toda posible dependencia a una persona, objeto y/o droga. Estos son los “hombres malos” que están sumergidos en un vicio y necesitan la ayuda de alguien para salir de este vicio.
Existen muchas mujeres como Eleonor, que al ver a un “hombre malo” se enamoran de él, porque ven en este “hombre malo” una oportunidad de ser útil y ayudarlo a salir de los vicios.
Es muy posible que la madre de Eleonor pasó por el mismo problema ya que vivió dos divorcios. Es posible que ella no quería que le pasara lo mismo a su hija y se volvió una madre posesiva. Y en vez, de ayudar a su hija, resulto lo contrario porque Eleonor luego solo se sentía atraída por un hombre a quien tenía que ayudar.
Madre e hija tenían un mismo patrón en el que buscaban siempre a un hombre que necesitaba su ayuda y compresión. De modo que se tenga el control de la relación.
En muchas ocasiones las mujeres se enamoran de un “hombre malo” porque al ayudar a este hombre, existe menos probabilidad de que las abandone. Por eso mismo, para muchas mujeres es indispensable que el hombre dependa de ellas.
El primer paso para que una mujer se enamore de un “hombre malo” es que tenga un problema que no pueda solucionar, así ellas aparecen como una especie de “súper héroe” para ayudarlo a salir adelante. La necesidad del hombre de salir de ese problema parece darles a las mujeres una garantía de que se quedará. Sin embargo, la naturaleza del problema del hombre hace que sea más probable que se marche.
Es posible que así como el caso de Eleonor, existan muchas mujeres en el mundo que son atraídas por “hombres malos” y por alguna razón no pueden dejarlo. Quizás sea dependencia emocional, quizás sea el miedo a ser abandonadas, quizás sea falta de afecto o quizás sea un patrón de conducta establecido por los padres. En realidad no tengo una sola respuesta para decir porque las mujeres se enamoran de “hombres malos” ya que cada caso, es una historia diferente.
Referencia: Norwood, Robin. “Las mujeres que aman demasiado” Ediciones B, S.A.10ma. Reimpresión. Barcelona, España. 2006. Pág. 123