En un estudio clásico realizado en la década de 1920, Mildred B. Parten identificó seis tipos de juego que iban del menos al más social. Descubrió que a medida que los niños crecen, su juego se torna más social, es decir, más interactivo y más cooperativo. Al principio los niños juegan solos, luego al lado de otros niños y por último juegan juntos. Sin embargo, muchos investigadores consideran hoy muy simplista la caracterización que hizo Parten del desarrollo del juego de los niños.
Al parecer, Parten consideraba que el juego no social es menos maduro que el juego social. Sugirió que los niños pequeños que siguen jugando solos pueden desarrollar problemas sociales, psicológicos o educativos. Sin embargo, ciertos tipos de juego no social, en particular el juego paralelo y el juego independiente solitario, pueden constar de actividades que favorecen el desarrollo cognoscitivo, físico y social. En un estudio con niños de cuatro años, el juego paralelo constructivo (por ejemplo, armar rompecabezas cerca de otro niño que hacía lo mismo) era más común entre niños con elevada capacidad para solucionar problemas, que eran populares con otros niños y que eran considerados por sus maestros como socialmente hábiles.
La dimensión social del juego
En la actualidad, los investigadores no sólo ven si un niño juega solo, sino que tratan de elucidar las causas de ello. Entre 567 alumnos del jardín de niños, maestros, observadores y compañeros clasificaron casi a dos de cada tres niños que jugaban solos como competentes en los ámbitos social y cognoscitivo: sencillamente, preferían jugar de esa manera. Por otro lado, el juego solitario a veces puede ser señal de timidez, ansiedad, temor o rechazo social.
El juego reticente, una combinación de las categorías desocupada y espectadora de Parten, a menudo es una manifestación de timidez. Sin embargo, esas conductas reticentes que dificulta jugar cerca de otros niños, ver lo que hacen o deambular sin rumbo en ocasiones pueden ser un preludio para unirse al juego de otros. En un estudio longitudinal de corto plazo, los niños reticentes eran niños queridos y mostraban pocos problemas de conducta. En consecuencia, el juego no social parece ser mucho más complejo de lo que Parten imaginaba.
Un tipo de juego que se vuelve más social durante los años preescolares es el juego dramático. Por lo general, los niños participan en más juego dramático cuando juegan con alguien que cuando lo hacen solos. A medida que el juego dramático se hace más colaborativo, los argumentos se hacen más complejos e innovadores y ofrecen más oportunidades para practicar las habilidades interpersonales y de lenguaje y para explorar los roles y convenciones sociales. Cuando simulan juntos, los niños desarrollan habilidades conjuntas de solución de problemas, planeación y bús- queda de metas; pueden comprender el punto de vista de otras personas y construyen una imagen del mundo social.
Un tipo común de juego dramático implica la presencia de compañeros imaginarios. Este fenómeno normal de la niñez se observa más a menudo en los primogénitos y los hijos únicos que carecen de la compañía cercana de hermanos. Las niñas son más propensas que los niños a tener amigos imaginarios, o al menos a reconocerlos; los niños son más proclives a personificar a personajes imaginarios.
Los niños que tienen compañeros imaginarios pueden distinguir la fantasía de la realidad. Su juego es más imaginativo y cooperativo que el de otros niños y no carecen de amigos. En un estudio con 152 niños en edad preescolar, los de cuatro años que indicaban tener compañeros imaginarios se desempeñaban mejor en tareas de la teoría de la mente (como diferenciar la fantasía de la realidad y reconocimiento de las creencias falsas) que los niños que no creaban dichas compañías y mostraban mayor comprensión emocional tres años más tarde. Las asociaciones positivas con los compañeros imaginarios se mantienen durante el preescolar. Si bien el vocabulario de los niños de cinco años y medio con amigos imaginarios no es mayor al de los niños sin estos compañeros, los relatos de los primeros acerca de sus experiencias personales y de los libros de cuentos son más complejos. En general, ese tipo de resultados apunta al papel del juego y la imaginación en el desarrollo de habilidades cognoscitivas y socioemocionales esenciales.
Referencia: Diane E. Papalia. “Desarrollo humano” Duodécima edición. McGRAW-HILL/ Interamericana editores, s.a. de c.v. 2012. Mexico. Png 290.